martes, 17 de agosto de 2010

Presos políticos

Nacional
Justicia y libertad a los presos de Atenco
Presos políticos
Por: Carlos Damián 11 de Agosto, 2010
Gracias a los zapatistas
México.- A más de tres años y medio de cárcel, desde el 4 de mayo de 2006, llevan los 12 presos de San Salvador Atenco, tres de ellos en un penal de alta seguridad, con condenas de hasta 112 años de cárcel. Están lejos de sus hogares, con visitas restringidas y controladas, en condiciones de encarcelamiento peores que en los aciagos tiempos de los ex presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. Los diversos delitos inexistentes de los que se les acusa, fabricados por el aparato judicial y policial al servicio del Presidente de la República y de los gobernadores, se disolvían como niebla al viento si existiera en nuestro país una justicia independiente, primera condición de democracia y equidad. No la hay ahora, no habrá democracia ni paz en tierras mexicanas.

Es una forma secular de protesta, heredada por México de la Nueva España. Tales acciones en México se les compara con el secuestro de persona para fines de extorsión, que hoy proliferan en el territorio nacional, y se le aplican penas similares. Es Inaudito. Una agravante se suma al caso de Atenco. No existen pruebas fehacientes de que los acusados hayan retenido a alguien, mientras los expedientes judiciales desbordan de pruebas de que las fuerzas represivas federales y estatales cometieron en Atenco.

Una serie de delitos abominables se sucedieron por las fuerzas del orden, desde violaciones de mujeres detenidas hasta allanamientos de domicilios a los pobladores con destrucción y robo de bienes, más el asesinato de dos jóvenes. Todo lo anterior sucedió en la administración federal del ex presidente Vicente Fox Quesada, con una gran venganza personal y política porque la resistencia de Atenco en defensa de sus tierras y sus derechos había impedido el negocio del nuevo aeropuerto para la Ciudad de México, que tanto necesita.

El agravio de la justicia es doble: quienes deberían estar libres, están presos y sentenciados; quienes deberían estar bajo proceso penal, están libres e impunes. Esta situación es una de las tantas prendas de la alianza de hecho entre el Señor. Calderón y el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto. Su objetivo inmediato es criminalizar la protesta social, asfixiar la libertad sindical, y de organización social, infundir el miedo y avanzar en la militarización de la sociedad y de los gobiernos en México.

Es una edición masterizada en estos tiempos de la alianza histórica entre el PRI y el PAN desde los años 40, para asegurar el mando autoritario y la obediencia resignada que ellos llaman “gobernabilidad”, y esta palabra la repiten con ignorancia y fruición. Este concepto vacío avanza por todo el territorio nacional y ante esta perspectiva se hace necesario, unificar los movimientos y las luchas por la libertad de los presos políticos y sociales. Esta es una demanda universal, que abre el camino a otras causas sociales y populares: la del SME, la del EZLN; la de los mineros y los derechos indígenas, la defensa del derecho legal al aborto; la seguridad social y otras.

Gracias a los zapatistas
Los pueblos indígenas de México se hicieron visibles el año nuevo de 1994, y obligaron a escuchar al país entero, gracias al legendario “ya basta” de los zapatistas cuando le dieron una vuelta de tuerca a la historia, se alzaron en armas y dijeron aquí estamos. Nunca antes los pueblos indígenas del país, sus demandas y manifestaciones civilizatorias tomaron el centro del debate nacional. La sociedad nacional supo que había mucho que aprender de los pueblos indígenas.

Gracias a los zapatistas, en la izquierda desmoronada tras el colapso del muro de Berlín renació algo más que una esperanza. México y otros países dieron a luz una generación de activistas y pensadores sociales expuestos a nuevas ideas de liberación y democracia, y nuevas formas de expresar las viejas buenas ideas. Los indígenas se volvieron extrovertidos, dejaron de pedir, determinados a exigir y resistir. El epicentro de su onda expansiva fue la recuperación de las tierras acaparadas por finqueros y ganaderos que desprecian a los pueblos.

Ya bullía un despertar histórico de los pueblos mayas en Chiapas, México, miles de familias indígenas ocuparon la tierra para ocuparse de ella. Se habla de 700 miles hectáreas. Los pueblos rebeldes, en particular en la selva Lacandona, al fin tuvieron donde crecerse y vivir bien, México descubrió que la dignidad es un atributo de nuestros pueblos. Emergió la comandante Esther, hablando al congreso y al país, el subcomandante Marcos en 1994 en las entrevistas en español e inglés emergió como el ideólogo de esta nueva revolución indígena.

La palabra recuperó su condición de verdad, que la práctica política le había arrebatado en México. Y así como su voz es un arma, un escudo, una fuente, los zapatistas también han enseñado el significado del silencio. El silencio del guerrero. (La Jornada, cultura, p. 6a, 17 de mayo, 2010).

No hay comentarios:

Publicar un comentario