sábado, 7 de agosto de 2010

Gabriel Vargas

Nacional
Siempre inventaba personajes y palabras
Gabriel Vargas
Por: Carlos Damián 5 de Agosto, 2010
Su obra es un clásico del siglo XXI
México. – He tenido la buena suerte de conocer a Gabriel Vargas (GV) y he destacado en mis escritos las enormes cualidades, el trazo de los personajes, a la vez sencillo y de una gran expresividad cómica; el sentido del humor que va del registro naturalista a la fantasía satírica; el uso del habla popular, creativo, convincente y que causa adicción; la conversión de la vecindad típica y arquetípica del centro de la ciudad de México o del centro histórico; los nombres de los personajes, en sí mismos una portentosa rebelión onomástica, los métodos suntuosos para denotar la felicidad de la pobreza, y el modo en que la felicidad en la pobreza es un ir y venir del relajo a la resignación y de regreso; el tejido de las situaciones en la vecindad porque Harún-Al Raschild (don Gabriel) no se cansa de oír a Scherezada (Borola), y en la cumbre la picaresca, el género donde ni la liebre ni la tortuga se explicarán jamás como en el maratón y antes del pistoletazo de salida, alguien ya se guardó la meta en el bolsillo.

¡Ah, lectores; ah, mujeres y ancianos: ah, expresiones que pasan de moda y desastres que se olvidan al no caber mas ruinas en la memoria! Hijos zánganos que no se alquilan ellos mismos para ayudar a sus madres sepultadas bajo una montaña de ropa, las mujeres que toman la azotea de sus vecindades porque los embotellamientos en las horas pico de las calles y grandes avenidas les impiden lanzarse a la cotidianeidad desde el monumento a la Revolución. ¿Qué ha pasado con los públicos de don Jilemón Metralla y Bomba, el Güen Caperuza, Cuataneta, don Regino, doña Borola, la tía Cristeta, Ruperto Tacuche, Bella Bellota, la Divina Chuy, don Susano Cantarranas, Briagoberto Memelas, Juanón Tepeorochas, doña Gamucita, Avelino Pilongano, Sinfónico Fonseca, Satán Carroña, Foforito, Wilson, Macuca, el Tractor, los chorros millonarios y Reginito.

¿A donde se fueron? Entre otras cosas se casaron, dejaron la vecindad, se fueron a los cerros, envejecieron y se amargaron al ver que nadie recordaba aquella noche gloriosa en que, con su compañero, ganaron el campeonato de danzón. Desertaron del Centro, o lo abandonaron, les dieron un aventón a la próxima parada del ascenso social, se burlaron módicamente de sus orígenes, saquearon los recuerdos en las fiestas familiares. Se extendieron en su cama como mancha urbana y adonde fueron se llevaron a su vocabulario de los domingos da “ya estate quieta Borola, y no alborotes a las vecinas con eso de que ustedes son una tribu africana que va de caza y nosotros somos los leones, nomás ve como quedó don Turulato con la flecha clavada en donde la espalda pierde su honesto nombre.”

Se integraron al ejército funerario de reserva y sus últimas palabras fueron “ni chicho ni chacho, aquí nomás Tacho”; “fíjate que suave”; “ahí está el detalle”; “aquí nomás como pastoreando one mexicano pollo”; “ontoy rentoy”; “fijate Marcelino, así se despide uno de la broza”; “llégale campeón”; “échale ganas”; “a que perdí todo el acento de Tepito, champ”.

Se fueron de vacaciones a Acapulco, en el mar la vida más sabrosa, a Puerto Vallarta, en el mar te quiero mucho más, a Puerto Escindido, con el sol, la luna y las estrellas, a la carretera porque allí se poncharon las llantas del pinche coche, en el mar todo es felicidad. Se enfrentaron a los encarecedores, a los maloras del kilo de doscientos gramos, a los aboneros que doña Tallulah, ya póngase cariñosa, a los caseros, a los zopilotes de la renta congelada, a los embaucadores y a caciques de los nuevos asentamientos sociales, mi Rober a las seis es la reunión de los vecinos. Se divirtieron con las caracterizaciones de la vecindad en el teatro frívolo (“Tiene razón el Cachuchas”), en el cine (“Amorcito corazón, ya tengo tentación…”), en la televisión (El Chavo del ocho), y se dieron cuenta tarde de que habitaron la zona mítica donde cada cuarto albergaba una historia extraordinaria. Para que averiguas Popochas…

Se alquila el pasado y se rifa el porvenir, la nación no es un cómic, sin embargo sus habitantes siguen en la cotidianeidad reflejados en comic. Pero muchos otros son parte substancial de la infancia, la adolescencia la madurez de colectividades que en el comic se ensayaron como lectores, y que gracias al cómic entraron al melodrama y el relajo.

Todo esto figura en la lista de méritos y hazañas de un dibujante satírico, de un monero con más de siete décadas de gran inventiva popular y extraordinario hombre. Palabras de Carlos Monsiváis en uno de sus numerosos homenajes que recibió en vida este extraordinario personaje de la cultura mexicana. Que se ponga de pie el colectivo y le aseste una cálida ovación al creador de los comics en México. (La Jornada, cultura, p. 5a, 26 de Mayo, 2010).

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