miércoles, 8 de septiembre de 2010

La unidad nacional mexicana

Nacional
La patraña del diálogo está vigente
La unidad nacional mexicana
Por: Carlos Damián 24 de Agosto, 2010
Perspectivas del cambio mexicano
México.- En los regímenes democráticos el intercambio crítico entre las oposiciones y el gobierno es continuo, a veces áspero y no siempre constructivo, pero a pesar de los distanciamientos y las rupturas entre las fuerzas políticas y sus representantes, existe un marco general, un conjunto de premisas que por encima de las diferencias las obligan a mantener la estabilidad y el funcionamiento de las instituciones.

Los llamados de Calderón y sus voceros a la unidad nacional no tienen sentido, si alguna vez lo tuvieron; son una patraña. En este sentido cada vez que la clase dominante tiene problemas para ejercer su dominio y para hacer que la gente se sume aprobatoriamente a sus políticas también dominantes, llama a la unidad nacional. Es un recurso tan viejo como dividir para vencer, que obviamente tiene otro significado.

Si todos estamos en el mismo barco, tendremos que enderezar el rumbo, incluso sustituir al patrón carente de brújula, pero nadie cree en las virtudes salvadoras de la tormenta, a no ser que los impugnadores estén dispuestos a pagar un precio inimaginable por aceptar la fuerza liberadora de sus vientos. Aunque en la vida cotidiana, en la política descarnada de los hombres políticos, no sea tan común que el “interés general” se reconozca bajo el torbellino de los intereses en pugna.

Basta de mentiras y aterricemos, la guerra del gobierno contra el crimen organizado no es equivalente, en ningún sentido, a una guerra de un país con otro, a menos que estemos hablando de la Segunda Guerra Mundial, y con sus bemoles. En esta conflagración mundial se uso la fórmula de la unidad nacional en Alemania, Hitler la capitalizó para el reclutamiento de la población y defender al país; en México, Manuel Ávila Camacho se convirtió en símbolo de unidad nacional (“unidos tras un solo candidato”, fue la consigna).

La unidad nacional es una patraña, y más cuando se plantea en torno al gobernante. Es una gran mentira porque la sociedad no está unida, como tampoco la clase política. Este viejo truco consiste en inventar un enemigo a amplios sectores de la población y al mismo gobierno: el narcotráfico y el sindicalismo independiente. O en su caso buscar algún país como el caso de Colombia, encontró a dos grandes enemigos: Venezuela y Ecuador. En el caso particular del Sr. Calderón busca legitimidad que dudosamente obtuvo en las urnas electorales y en su cruzada personal decidió combatir al crimen organizado, falsas esperanzas y meta confusa y nebulosa.

Revelaciones y desgaste en Los Pinos
Desde un punto de vista más general, resulta inevitable preguntarse con qué perspectivas y sobre qué bases puede operar un gabinete que en los últimos cuatro años ha experimentado 17 relevos en sus filas: lo cierto es que la falta de rumbo que ha exhibido esta administración federal en los distintos ámbitos del quehacer gubernamental parece un colofón lógico para una administración federal que ha sido reconfigurada con tal frecuencia y que acusa, como puede apreciarse con los nombramientos: de la Secretaría de economía, Bruno Ferrari García de Alba en lugar de Gerardo Ruiz Mateos, ex director de Pro México, y la dimisión del Secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont por José Francisco Blake Mora, quién fungía como secretario general de gobierno de Baja California. Una notable escasez de cuadros y relevos.

En el caso concreto de la Secretaría de Gobernación –ya van cuatro funcionarios del actual ciclo de gobierno-, la situación se vuelve dolorosa por la importancia estratégica de las funciones de esa dependencia: procurar la gobernabilidad del país, articular políticas de Estado, preservar la paz social y buscar concertaciones y mediaciones con las distintas fuerzas políticas, sociales y económicas. Esta situación se ha erigido en síntoma y factor de ingobernabilidad.

Mención aparte amerita la revelación hecha por el titular del Ejecutivo de que la ahora ex jefa de la oficina de la Presidencia, Patricia Flores, estuvo a cargo de “la ejecución operativa y administrativa de la liquidación de Luz y Fuerza del Centro (LFC)”, una de las medidas más criticadas –salvo la incauta declaración de guerra a la delincuencia organizada- de su gobierno. La mención no sólo descubre el grado de protagonismo del propio Calderón en la destrucción de esa entidad de propiedad pública y en la ofensiva paralela contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), sino deja ver, una vez más, una actitud furtiva y poco transparente en la presentación de información a la opinión pública, toda vez que el discurso oficial había venido identificando a los secretarios de Trabajo, Javier Lozano, y de Energía, Georgina Kessel, como los encargados principales de operar el golpe a la paraestatal y a sus trabajadores.

La unidad nacional no existe, salvo en coyunturas específicas y cuando las ideologías nacionalistas y patrioteras son usadas para engañar, y logran su cometido gracias a la propaganda y al miedo que se le mete a la población de mil maneras, sino recordemos la campaña de influenza A/H1N1. (La Jornada, opinión, p. 6-19, 15 de Julio, 2010).

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