martes, 14 de septiembre de 2010

El cultivo de tsiri

Nacional
La harina de maíz y la visión del mundo
El cultivo de tsiri
Por: Carlos Damián Septiembre 22, 2010
La tortilla artesanal
México.- En la región conocida como Lago de Pátzcuaro en el centro de Michoacán, la agricultura campesina tradicional basada en el cultivo de maíz nativo –criollo-. Este sistema permite el sostenimiento de la actividad ganadera y la cadena alimentaria maíz-tortilla artesanal. En esta se auto-emplean unas 650 mujeres, la mayoría jefas de familia –sistema matriarcado-, que desplazan unas 30 toneladas anuales de maíz de al menos tres razas nativas: cónico, chalqueño y purhépecha. En esta región se mantienen al menos seis razas de maíces nativos, que representan diez por ciento de las registradas a nivel nacional, y se distribuyen estratégicamente en 230 localidades que componen la zona.

El mantenimiento de esta diversidad de maíz criollo en la región permite aprovechar los diferentes agro-ambientes presentes en la zona, además de que ofrece una oportunidad de adaptación al cambio climático, ya que se tienen variedades nativas resistentes a inundaciones, heladas, de ciclo corto y largo. Sin embargo debido a los programas de gobierno se han ido extinguiendo algunas especies nativas, especialmente los maíces de color como: el tipo purhépecha de color negro, pinto amarillo y púrpura, o los negros tipo elotes cónicos.

Se ha estado organizando una Red social llamada Tsiri (Grano de maíz), para defender al maíz criollo, y se han gestionado apoyos económicos para estufas mejoradas de leña tipo Patsari, con el fin de mejorar las condiciones laborales de las mujeres que se dedican a este oficio.

La Oruga y el maíz
De un arbusto situado en la orilla de una parcela campesina bajó una pequeña oruga de múltiples colores, amarillo, blanco, negro, y colorado, que como anillos la cubrían. Al arrastrarse entre los surcos se sorprendió de la cantidad de plantas que crecían a su derredor. A la oruga le maravillaba el color amarillo de las flores, parecida a la luz del sol que la iluminaba cada mañana. Por ser esta luz rica en colores se preguntó susurrando: Si el color amarillo es el mejor de todos, ¿por qué las flores que encuentro en el campo no todas son amarillas? A pesar de susurrar su cuestionamiento personal, de una planta cercana salió una voz que le decía: “Yo soy la flor de ayote, en otros lados me llaman calabaza; no soy de color rojo, pero mis pétalos amarillos son muy apetecibles para comer y cuando doy fruto, las calabazas también son utilizadas por muchos animales para alimentarse”.

Otra voz se escuchó cerca de ahí: “Yo soy la menta, pocas veces llego a tener flor pero el verde de mis hojas tiene una sabor y un olor importante para la cocina de los humanos y para hacerlos descansar en la noche”. “A mi me dicen el epazote, decía la voz que salía de un arbusto verde que estaba en la esquina de la parcela. A mí me recolectan y cortan los brazos para aliviar a los hombres y mujeres de unos bichitos que llaman amibas”. Una espiga dorada, apareció en el horizonte y habló así: “Yo soy la flor del maíz, el fruto que sale de mí en forma de mazorca ha servido para alimentar a miles de comunidades por diez mil años. El continente americano me debe mucha de la cultura y alimentación, debido a mi fruto, debido al amor con que me siembran, esto hace milagros y así produzco frutos de colores: amarillo, rojo, blanco y negro. Para esto ya había varios insectos que acompañaban a la oruga, y exclamaron a coro: ¡Eso, no lo sabíamos!

La espiga del maíz continuó diciendo: “conmigo se cultivan el chile, el frijol y la calabaza. La calabaza y el chile están cerca de la barranca y el chile cerca del arroyo, y yo estoy en la milpa. ¡Amigos no se alejen, y escuchen todos somos diferentes y somos importantes!” Entonces la pequeña oruga con sus amigos vieron con otros ojos la diversidad de colores y formas que había en la parcela, y en el campo. Estaba ansiosa por convertirse en mariposa, revolotear sobre las flores con sus alas, sentir la libertad y maravillarse con los colores que le da la pacha mama. De las flores de múltiples colores, del higo que es negro, del limón que es verde y amarillo cuando maduro, de la flor de la calabaza, que es amarilla. (La Jornada, del campo, p.p. 9-11, 17 Julio, 2010).

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