martes, 14 de septiembre de 2010

El peor negocio del mundo

Nacional
El maíz: cuna de la cultura americana
El peor negocio del mundo
Por: Carlos Damián 20 de Septiembre, 2010
Las tortillas americanas
México.- Al pie del cerro de Las Cruces, a 800 m sobre el nivel del mar, caminan 15 hombres. Va por delante José Luis, el dueño del terreno donde van a sembrar, su mula carga un bulto de semilla de maíz criollo bien seleccionada, ofrendada, bendita. El trabajo será largo y pesado como siempre, en pendientes pronunciadas donde tan sólo llegar es difícil, pero se respira un ambiente de fiesta entre ellos, son familia y saben que juntos pueden avanzar y protegerse de la serpiente mahuaquite, cuyo veneno es mortal, como el veneno del individualismo.

“Mano vuelta” le llaman al trabajo colectivo intensivo que hace posible una parcela sin dinero; se paga con trabajo y se trabaja a gusto. En un mundo donde todo cuesta, todo tiene precio y todo tiene dueño: donde cada persona trabaja para ganar y acumular, la milpa otomí se levanta para repartir y compartir los frutos de un trabajo común en un territorio común. Nunca se hacen cuentas de lo que se gasta porque lo importante es tener maíz criollo suficiente para comer sabroso todo el año.

Al llegar al terreno conocido como “Loma del Quelite”, José Luis hace su ofrenda en el centro de la parcela y reparte a cada compañero un puño de grano para que sea el primero que la siembre. Luego cada sembrador se hace responsable de una línea y avanzan poco a poco, todos juntos y al mismo sitio. Sin duda es el peor negocio del mundo, pero es la mejor forma de conservar la vida en el mundo.

Un mito mexicano
El Totonacapan tiene tres corazones, aunque le maten uno pueden nacer otros dos para volver a ser tres corazones. En este lugar se reunieron todos los dioses. Dios del Agua, Dios del Cerro, Dios del Viento, Dios del Maíz, y al reunirse todos tenían también a los pueblos del mundo mesoamericano. Los Dioses se dieron cuenta que tenían que dar de comer a sus hijos, entonces al reunirse: observaron a su alrededor y no tenían nada que comer, tenían a todos los pueblos con sus habitantes. Comían todo lo que encontraban en el camino, sin embargo el maíz no existía.

Entonces por un momento estaban planeando que iban a comer. Existían los dioses, pero los hijos no sabían que iban a comer después. Cuando estaban urdiendo que comer, se les ocurrió invitar a varios personajes, pero ellos no aceptaron. En este proceso de necesidad básica, invitaron a un joven ya grande, era un guerrero, le espetaron que estaba obligado a ser maíz por mandato divino. Le explicaron lo que tenía que pasar desde la siembra, el desgrano, el doblado, la pizca, desde desgranar hasta llevar a preparar el maíz cocido. Al tratar de convencerlo siguieron abundando en su charla. Lo que le va a suceder al hervir el maíz con la cal lo van a lavar, a moler, lo convierten en tortilla, después de cocer en el comal lo iban a comer y después iba a tener el hombre y después iba a …

Para esto el joven decidió con miedo irse a esconder en los peñascos. Obligando con esta acción a que se volvieran a reunir los dioses. Esta ocasión invitaron a una joven malva –o malvarón-, y otra vez el proceso de convencerla del propósito noble de ser maíz. Volviendo a fracasar, ya que la muchacha al darle terror, se fue a esconder en las barrancas, en lugares escondidos y obscuros. Por su propia decisión así nacieron las malvas, en los barrancos. Ocurrió que por el lugar de reunión de los dioses pasaba un niño, como candidato a ser maíz, los dioses volvieron a su propósito importante para los pueblos indígenas, su alimentación.

Tratando de convencer ahora a un niño, estos chicos todavía no tienen el poder de reflexionar sus acciones, le expusieron lo que tenía que pasar en el proceso de ser maíz. Para convencerlo le dijeron el proceso del maíz para ser alimento. Al abundar en su plática le dijeron al niño: no te preocupes te vamos a hacer fiesta, vas a comer pollo, y el niño humildemente lo aceptó. Sujetaron al niño y lo descuartizaron, lo cortaron en pedazos, y esos pedacitos los sembraron y al tercer día apareció la planta de maíz. Entonces le ofrendaron el pollo para dar de comer a los que lo sembraron. Crearon su fiesta del maíz, y tuvieron que matar al niño. Nacieron las plantas y dieron frutos. Como descuartizaron a todo el niño, vieron entonces como los granos de maíz se teñían de rojo debido a su sangre, los huesos y dientes eran el maíz blanco, y los cabellos u otras cosas, el negro del maíz; el amarillo los tuétanos (…)

También salieron huesos salpicados de sangre, por ahí salieron esos maíces pintos, de ahí nació el maíz. Por eso cada año cuando se siembra maíz aquí en Ixtepec, tiene que ser pollo para sembrar, y forzosamente lo debes tener para sembrar, para ofrendarlo. Los viejos al contarme la historia me decían que antes la madre tierra no ocupaba abono químico ni nada, que cuando agujeraban con el palo la tierra, que es la madre que sangraba, y por eso ahí nace el maíz. Por todo lo anterior así nació el maíz. (La Jornada, del campo, p.p. 9-11, 17 de julio, 2010).

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