viernes, 27 de enero de 2012

La sequía en el norte de México

Nacional
José Luis Luege: Es “falso” que tarahumaras se hayan muerto de hambre y sed
La sequía en el norte de México
Por: Carlos Damián 19 de enero de 2012
El director de Conagua dice que la falta de agua “no es severo”.
México. - Aunque el director de la Comisión Nacional de agua (Conagua), José Luis Luege Tamargo (JLLT), sostuvo el pasado Lunes, (16/1/2012), que son “falsas” las versiones sobre muertes de indígenas rarámuris (tarahumara) por la falta de alimentos y agua, aclaró que la sequía que enfrenta Chihuahua es en la zona desértica del estado, no en la sierra, como se ha difundido falsamente. Añade que la sierra tiene fuentes de acceso al líquido, lo que no sucede con otras zonas del estado. Los cuatro estados donde hay un grave problema de sequía son: Coahuila, Zacatecas, Durango y Chihuahua.

Por esta razón se han llevado a cabo acciones para enfrentar este problema, “todos los datos que dieron de muertes son falsos, no corresponden con la realidad”, menciona el director JLLT. Wl gobernador César Duarte Jáquez de Chihuahua negó que la situación de hombruna que se padece en el estado debido a la sequía propicia suicidios, versión divulgada el fin de semana en redes sociales, a la que consideró “una expresión mezquina, lejos de la realidad, muy grave y de mala fe”. Agregó que “se ha faltado a la verdad, los suicidios masivos no se han registrado”, (…) “la situación de emergencia es grave, pero no existe esa mortandad de que se habla”.

Los tarahumara una historia de marginación y discriminación
Luego de la difusión de supuestos suicidios de habitantes de pueblos rarámuris de la sierra de Chihuahua donde viven los rarámuris por la hambruna que sufren en esa región, el presidente municipal de Carichí, Ignacio Varela Ortega –uno de cuyos subordinados había confirmado los decesos- dijo “desconocer el dato” y añadió que “si eso sucedió, al menos no fue aquí”. Por lo que toca a las muertes por desnutrición de seis personas en el propio municipio de Carichí, denunciadas el fin de semana por la organización campesina El Barzón, las autoridades estatales y municipales han mantenido una actitud hermética y se han limitado a admitir que, debido a la pérdida de producción agrícola como consecuencia de las intensas sequías del año pasado, los habitantes de la sierra “sí requieren de la ayuda solidaria de los mexicanos”.

Lo que debería hacer el estado mexicano es aprovechar la situación que se ha formado alrededor de esta historia de marginación y miseria histórica de indígenas, sobre una situación endémica de la sierra y revisar a fondo las condiciones estructurales de esta situación enfermiza y triste que por siglos ha sembrado sus reales en esta región, para señalar como han fracasado los programas de asistencia social. Hasta ahora se ha vivido una sequía atípica donde 11 meses no ha habido lluvia y no hay nada de nieve ni de heladas fuertes. La falta de nieves deja plagas, esto es recurrente, y aunque están en una situación difícil, que dará mayores problemas.

Independientemente de que se confirme o no los decesos referidos, el revuelo mediático ocasionado en días recientes por la difusión de esas versiones ha vuelto a poner bajo la mirada de la opinión pública la circunstancia de marginación, indefensión y miseria que padecen las comunidades autóctonas de la sierra tarahumara. En este contexto de marginación de los pueblos indígenas se puede encontrar despojo, depredación y opresión cultural, económica y ambiental que viene de siglos atrás, desde los férreos procesos de evangelización católica y el despojo de tierra por colonizadores novohispanos del siglo XVII y XVII, colonizadores ingleses que en la limpieza étnica del viejo oeste los lanzaron de las llanuras a vivir en la sierra y en el desierto.

La hambruna y miseria histórica
En la época actual la depredación de los bosques de la región por empresas nacionales y extranjeros, saqueando lo poco que queda de la riqueza maderera, arrastrando a la pobreza a las comunidades indígenas tarahumaras, tepehuanes por grandes agro – exportadores, pequeños y medianos comerciantes mestizos e incluso organizaciones de narcotraficantes. No dejan de tener participación de esta tragedia los niveles municipales de gobierno, indolencia y caciquismo: las administraciones estatales de Chihuahua, Durango y Sinaloa, en cuyos territorios se asienta los pueblos rarámuris, y la propia federación, que suele debatirse entre su sordera proverbial hacia las comunidades autóctonas y la aplicación de políticas indigenistas caracterizadas por el paternalismo, la incomprensión y el usufructo político y electoral de supuestos beneficiarios.

Lo que debe de hacerse es un mapeo geográfico y humano, perfilando regiones que son atendidas por el gobierno y que se haga un blindaje para que no se lucre políticamente y electoralmente con la ayuda que mucha gente aporta, y en este mapeo no debe duplicarse la ayuda para no dejar desprotegidos a otras comunidades. El gobierno debe entregar grano, principalmente maíz y frijol para distribuir a cambio de trabajo en las comunidades, dialogando con ellas para saber sus necesidades. El estado al regalar las cosas genera dependencia, pero debe respetarse la autonomía de los indígenas, para saber atender las causas, no los efectos. Todavía falta que pase el invierno por ello se ve que se agravará la situación de miseria; esperamos que el estado y organizaciones civiles de la red serrana traten de evitar el suicidio de indígenas por desesperación, y la muerte de niños por hambre.

Para colmo la crisis alimentaria que se abre sobre los indígenas de esa zona serrana, entre ellos los rarámuris ocurre con el telón de fondo de un manoseo político injustificable de los fondos para la atención de los desastres naturales: el lunes (15/1/0212), la Secretaría de Desarrollo Social informó que la actual administración federal destinará 11 mil millones de pesos para paliar los efectos de las sequías ocurridas el año pasado, pero es obligado recordar que hace unos días, el titular del Ejecutivo federal enfrascó en un estira y afloja con la Cámara de Diputados luego de que esa instancia legislativa aprobó un paquete de ayudas similar, con el argumento de que carecía de atribuciones constitucionales para tal efecto.

La desinformación que ha prevalecido hasta ahora respecto de las muertes de tarahumaras es indicativa del desdén con que suelen conducirse las autoridades de todos los niveles hacia grupos poblacionales como el referido. Por eso, más allá del envío inmediato de despensas y cobijas a la sierra de Tarahumara, se requiere de voluntad política para combatir la extendida pobreza que se abate sobre los rarámuris y revertir décadas de un desprecio y una indolencia estatal que sólo se ven interrumpidos en giras presidenciales y actos públicos, o bien, como ocurre ahora, en tiempos electorales. (La Jornada, política, p. p. 4-6, 14 de enero, 2011).

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