viernes, 27 de enero de 2012

Candidatos presidenciales

Nacional
El candidato está de vuelta
Candidatos presidenciales
Por: Carlos Damián 9 de enero de 2012
IFE : medidas absurdas
México. - “Es un honor estar con López Obrador.” Esta pequeña frase es repetida por legiones enteras como si fueran el estribillo de seguidores de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Así tenemos a López Obrador de vuelta, y no precisamente su actividad política sino al político convencido de que los tiempos han cambiado y nada le será concedido en las urnas si no es capaz de convencer a la ciudadanía, de tender puentes y ganar nuevos territorios para su justa causa. Un difícil, pero continuo esfuerzo, siempre sujeto a la mala voluntad de sus adversarios, lo trajo hasta aquí como el candidato progresista para desvanecer el sueño bipartidista de los grupos en el poder.

Al cruzar el desierto es en sí mismo un acto de resistencia, ha sido también la prueba del ácido para una corriente política hacer realidad su presencia en el pluralismo político del siglo XXI. Tal vez esta columna le esté dando el beso del diablo, pero no vamos a repetir el estribillo de publicidad de la corriente política de derecha, que repetía hasta la saciedad de que “era un peligro para México”, tal vez para la institucionalidad en crisis, para los políticos roba-vacas de nefasta memoria, y para el neoliberalismo sea una alternativa peligrosa. En la actualidad esta corriente progresista ésta de regreso en el panorama político mexicano.

AMLO regresa después de cinco años de recorrer el país
Con un programa más maduro, con sus errores a cuestas, sabiendo que la situación exige desplegar con eficacia y habilidad un programa político-económico para una nación que no tiene asegurado el futuro, un presente lleno de sangre y violencia, y un país inundado de pobreza y miseria material que se arraiga en el corazón de la ciudadanía. El planteamiento político intenta retomar los valores de hace cinco años, ganar la confianza de 15 millones de votantes reconociendo que la situación esta vez es diferente, y que las decisiones serán decisivas para la República y que por ende el movimiento social reformador necesita que sea apoyada por el pueblo mexicano.

Este movimiento social mal que le pese a los facciosos debe ser receptiva y dialogar con todos los sectores de la sociedad civil, abrirse en formas de convergencia que ayuden a construir el amplio frente progresista que el momento actual requiere. Este movimiento reconoce su propia diversidad para evitar la fragmentación que en las condiciones objetivas de la sucesión impediría la consolidación de una estrategia de largo plazo para arraigar a este movimiento progresista como el motor permanente del cambio. Puede afirmarse que ha terminado el ciclo de consolidación de los convencidos para entrar en la disputa por la conciencia de los votantes, apelando a la razón, los sentimientos y emociones, identificando los problemas nacionales más ardientes y de fondo la situación por lo que inferimos son difíciles de resolver, y por último considerando a las propuestas de solución oportunas y eficaces.

La República del amor
Esta decisión política de subir a la palestra presidencial es con argumentos probados, con novedades de organización social y propuestas políticas, como ahora traen el tema de la “república amorosa”. Es destacable que desde el inicio de su trabajo el candidato señale a quienes podrían estar entre sus colaboradores. Proponer una transición por ese camino aparece como un buen indicio; hacerlo desde el comienzo de la disputa electoral es un cambio saludable en la conducta política electoral de secretos y componendas que predomina en nuestra sociedad. Los ciudadanos sabemos así de modo directo y no por omisión o condicionamiento como es en la práctica usual del ambiente y los grandes compromisos políticos, lo que puede esperarse de un gobierno. Esta nueva práctica se le exige a AMLO más que a cualquier otro aspirante presidencial, esto no es casual.

No sería ocioso soñar un país post SNTE con su eterna dirigente y su monopolio de facto; con un ejercicio de política interna correspondiente con las premisas republicanas de la ley y una conducción de la economía más allá de los criterios convencionales y menos rentables impuestos por el neoliberalismo. Hoy la política interna ha quedado arrinconada en la esquina de la inseguridad política y la barbarie del enfrentamiento contra la delincuencia general asociada con el combate al narcotráfico. Es una evidencia como se maneja este país en la estrategia que se adoptó como cimiento de la tarea de gobernar, en el ocaso de esta administración federal. Ciertamente es contundente que todo esto culmine en un país en guerra y confusión generalizada, tratando de salir de este barco sangriento y del horror como ratas en medio de la mar embravecida.

Se plantea el candidato impulsar el crecimiento y con él la calidad de vida, el progreso y la justicia. Incluso pretende ofrecer planes concretos que teniendo como sujetos a los jóvenes relancen el ciclo de crecimiento siguiendo una lógica diferente, opuesta a la que predomina hace décadas con nefastos resultados en términos de pobreza, violencia y degradación de la vida social. El planteamiento hecho es el hecho diferencial en la disputa en el poder, lo que distingue a la línea progresista de los demás partidos, alineados con el pensamiento único que nos ha llevado al peor crisis de la historia. Entre estos planteamientos se propone apostar por la honestidad en la vida pública y privada, por esta vía apuntalar al Estado laico como garantía de libertad de creencias fuera de toda imposición de ningún catecismo, religión católica o moral obligatoria. Sin embargo tenemos un negrito en el arroz, que se tratará de sacar de la vida política en el país que traemos en nuestro bagaje cultural como un pus que no se separa de nosotros: la corrupción. La corrupción implica una profunda reforma cultural y moral, una transformación total del estado mexicano. (La Jornada, opinión, p. 20, 22 de diciembre, 2011).

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