lunes, 15 de noviembre de 2010

El reloj nos alcanza

Nacional
La reforma política de Calderón
El reloj nos alcanza
Por: Carlos Damián 5 de Noviembre, 2010
México : patria de las revoluciones plebeyas
México.- Todos los reaccionarios de este país se están aplicando en encontrar cómo volver a fortalecer al PRI y han descubierto que no hay otro camino que el de reducir los poderes del Congreso, limitar la acción malsana de los partidos –partidocracia- y dar al presidente todos los poderes que se pueda. Pero sucede que los presidentes derechistas que hemos tenido desde Ernesto Zedillo no saben como usar esos poderes en un contexto democrático.
Por eso Calderón piensa en tonterías como la segunda vuelta de elecciones o en las iniciativas de leyes preferentes, o en la reelección.

La “unidad” que promueve Calderón no es una unión plural y diversa como la de antaño, sino solamente “un cierre de filas” entre la misma clase política de siempre, con la notable exclusión de la izquierda política. Entrevistado en Palacio Nacional Carlos Salinas de Gortari, recuperó lo dicho por Ávila Camacho cuando éste último declaró aquel 11 de septiembre: “Estamos aquí los de ayer y los de hoy; mientras estemos unidos, no habrá enemigo que nos derrote”. Es evidente que el “enemigo” de hoy sigue siendo el mismo que con toda fuerza en las elecciones presidenciales de 1988 y de 2006 ha expresado su profundo rechazo al neoliberalismo.

El mismo enemigo que en ambas ocasiones tuvo que ser contenido con el peso de las “instituciones” y desde la pasada década de los ochenta ha sido sistemáticamente excluido del desarrollo nacional: el pueblo de México. Es una lástima que Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo Ponce no llegaran al encuentro con Calderón el 15 de septiembre hubiera sido bueno observar reunidos en el mismo balcón a los responsables históricos del actual desastre nacional. Vicente Fox en su campaña presidencial dijo, “con Salinillas ni al baño”, sólo que aquí Fox se mordió la lengua: ya fueron juntos a Palacio Nacional.

Mientras tanto, en Europa, los financieros públicos y privados, junto con los gobiernos, se dan una extravagante festival de reducción de los estímulos fiscales y del déficit, hasta hacerle perder la calma a Robert Esquidelski, el célebre biógrafo de John Maynard Keynes, quién en la cámara de los Lores replica al gobierno: el peligro principal para la economía no es el “hoyo fiscal” sino el hoyo de la economía. El déficit y la deuda, añade no tienen por qué ser una “carga” para las generaciones futuras. En cambio, “si el déficit es recortado ahora, sin duda habrá una carga para la generación presente y las futuras. El ingreso y las ganancias disminuirán; los fondos de pensiones se reducirán; proyectos de inversión serán cancelados, y las escuelas no serán reconstruidas, con el resultado de que las generaciones futuras estarán pero, por no contar con activos que de otra forma habrían tenido”.

La vocación de la doctrina neoliberal
Donde se atrincheró la vocación del neoliberalismo fue en esta patria mexicana de las revoluciones plebeyas. Los nuevos liberales de fin de siglo, adueñados del poder del Estado y de su partido (PRI), pronto olvidaron las lecciones de sus mayores, soslayaron la tradición del liberalismo social que Reyes Heroles había actualizado para ellos, desmantelaron las capacidades de intervención y conducción económica del Estado y acabaron extranjerizando el sistema nacional de pagos, reduciendo a su mínima expresión la banca de desarrollo, con implicaciones destructivas para el campo, la pequeña, y mediana industria, donde se teje la cohesión social. Con esta acción, minaron las bases del propio proyecto de modernización globalizada que aterrizó en la tierra de las maquiladoras, basado en una apertura ingenua a la que le atribuyeron virtudes taumatúrgicas y transformadoras.

Este país no encuentra refugio ni consuelo y tampoco con la virgen de Guadalupe, y se vuelve territorio de desprotección social, integral, publica, y personal. Lo que reina es el miedo, y con la certeza: de que el destino nos alcanza y no en buenas circunstancias, con una juventud desperdiciada, degradada, con fortalezas productivas diezmadas y asediadas por nuevas oleadas de inclementes competencia internacional, por mercados que se achican o crecen poco para las urgencias de los que sin esperanza en sus naciones buscan en el exterior la tabla salvadora del naufragio económico y social de una globalización que acabó siendo en palabras de John Gray, “un falso amanecer”.

O bien como dijo Karl Polanyi, de aquella “gran transformación” que llevó a Occidente a las tragedias de inicio del siglo XX. Ahora que “todos somos reformistas”, habría que tomar nota de esta historia del presente y no poner la carreta delante del caballo, como eso de “aprobar para luego debatir”. Como ocurrió con la revolución del cambio estructural del último cuarto del siglo XX, y ahora nos informan sus más conspicuos protagonistas, podemos tirar al niño con el agua sucia de la bañera. Con el agravante de que el agua se acaba y los jóvenes cumplen años. (La Jornada, opinión, p. 21, 21 de Mayo, 2010).

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