sábado, 18 de mayo de 2013

La conspiración

Nacional El fue amante de los reflectores, imprevisible, e irreflexivo: embajador Jova El ex presidente LEA Por: Carlos Damián 13 de Abril, 2013 Sus aspiraciones de encabezar la ONU, no fueron bien acogidas México. - Aunque en los estancos secretos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), existen evidencias de que el ex presidente Luis Echeverría Álvarez (LEA) fue uno de sus agentes y que colaboró como informante de alto nivel siendo secretario de Gobernación, e incluso mandatario, en las oficinas del servicio diplomático estadounidense nunca gozó de ningún aprecio. Aunque “pensando lo impensable”. Así intituló el embajador Joseph John Jova el informe de Estado el 6 de agosto de 1976, de esto hace 37 años donde todavía se tenía al secretario Henry Kissinger. Alertaba: “crecen los rumores de que el presidente LEA podría estar conspirando para asesinar al presidente electo José López Portillo para poder extender su período en el poder”. “Su forma de reaccionar ante la crisis es imprevisible, vehemente con tendencia a actuar primero y reflexionar después. Como estadista internacional, es poco sofisticado tiende a sobre-simplificar”. Esta es la opinión que el embajador de Estados Unidos en México, John Jova tiene el primero de agosto de 1975. Se aproximaba el final del sexenio del presidente de la guayabera que abanderó la retórica del Tercer Mundo pero también condujo la guerra sucia contra las izquierdas y los movimientos armados de la época. Poco dispuesto a perder el mando LEA – Litempo 8, según la denominación que recibió dentro de la CIA- lanzó una nada discreta campaña en los ambientes internacionales para promover su candidatura al secretariado general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), compitiendo con el austríaco de pasado nazi Kurt Waldheim. Pero ya con José López Portillo en Los Pinos, lo único que logró fue un nombramiento como embajador en las Islas Fiyi. Los motivos de la brutal caída, son sin duda a los tropiezos económicos, su pésima relación con la iniciativa privada y la forma tan agresiva con la que quiso asfixiar a las guerrillas de la época mermaron el gran capital de poder autoritario que había amasado. Pero, entre otros factores, también contribuyó a enterrar sus sueños de grandeza, destinado a que la oficina de Henry Kissinger “evalúe” y decida las tácticas a seguir” frente al relevo en la ONU. Este despacho es uno de los poco más de 2 mil 500 reportes que se enviaron a partir de 1973, y forma parte de un paquete que a partir del lunes 8 de abril forma parte de la Biblioteca Pública de la Diplomacia de Estados Unidos, la Plus D. LEA resultó mesiánico, megalómano y naïve Si acaso el departamento de Estado estaba sopesando los pros y los contras de apoyar a LEA para dirigir la ONU. Esta información de la embajada fue disuasivo para la Casa Blanca: “Como estadista internacional, LEA carece de sofisticación, tiende a la simplificación. Considera que el Consejo de Seguridad es un obstáculo para la Asamblea General… Considera que la Carta de Derechos y Deberes de los Estados es una panacea para todos los males. Tiene ideas muy firmes, pero naive (ingenuas) sobre el desarme”. Por si fuera poco, Jova procede a “actualizar”, según dice, la abundante información biográfica que Washington ya tiene sobre LEA: “Desde su ascenso a la presidencia se le ha acentuado un toque de megalomanía y probablemente ha aumentado el rasgo mesiánico de su personalidad”. Se analiza como un hombre con excesiva confianza en sí mismo, “difícil de ser asesorado”, que no suele atender las opiniones de su secretario de Relaciones Exteriores (Emilio Rabasa) ni de los expertos en política internacional y economía de su gabinete, sino que se inclina a escuchar consejos de gente cercana poco preparada, en especial su esposa Esther Zuno. Estas anteriores acotaciones es lo que el embajador Jova piensa sobre la personalidad y hechos de LEA alrededor de 1975. Habían transcurrido los convulsos años de 1973 y 1974, con sus oleadas de bombazos, secuestros, atentados y asesinatos. En ese tiempo estaban activas las guerrillas, urbanas y rurales, pero también escuadrones de paramilitares, los grupos de ultraderecha (como el MURO, antecedente del Yunque) y los agentes de la Dirección Federal de Seguridad con sus ejecuciones extrajudiciales, sus cárceles y fosas clandestinas y desaparecidos. Estos últimos hechos que marcaron la época al parecer no preocupan a los diplomáticos estadounidenses, para quienes las familias que buscaban a sus presos políticos en el Campo Militar número uno y los caídos en la guerrilla en extraños “enfrentamientos con delincuentes no son motivo ni siquiera de mención. La denominación “Derechos Humanos” era algo que no se usaba. La protesta estudiantil del 71 Este rudo pensamiento que Jova tiene sobre LEA, ya habían ocurrido los secuestros del cónsul estadounidense en Guadalajara Terrence Leonhardy (4 de abril de 1973), el del suegro de LEA, José Guadalupe Zuno, del que Jova reportó el 10 de septiembre, que “quizá fue de la propia familia; los del director del aeropuerto Julio Hirschfeld, y el rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Jaime Castrejón (1971), y los asesinatos, en supuestos fallidos de secuestro, de los industriales Eugenio Garza Sada y Luis Fernando Aranguren, y del cónsul honorario británico Anthony Duncan (1973). Pero también se había producido un incidente que agrió notablemente la relación bilateral. El convulso 1974 terminó mal para LEA, con las primeras reseñas periodísticas que empezaban a circular sobre el libro de un agente de la CIA que había desertado poco antes, Phillip Agee, ‘Dentro de la compañía, diario de la CIA’. Desde las primeras líneas de esta obra, que casi cuatro décadas después sigue siendo referencial se informa que dos presidentes latinoamericanos. LEA y Alfonso López Michelsen (de Colombia) eran agentes en la nómina de la agencia. Jova recibe instrucciones de Washington de que, en caso de ser abordado sobre el tema, repita la fórmula usada en esos casos: “No comments”. Peor lo cierto es que a partir de ser expuesto de esta forma como informante de la CIA, LEA cambia la vieja fórmula desde 1968 hasta entonces, de acusar a “intereses extra-nacionales” y “fuerzas exóticas” – léase embajada soviética y cubana- e manipular a los jóvenes, por condenar la injerencia del “imperialismo” en el movimiento popular en su contra, que empieza a recuperar terreno después de los golpes represivos del 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971. El quinto año de término presidencial siempre problemático para el inquilino de Los Pinos, el 14 de marzo de 1975 LEA acudió a la UNAM, a la Facultad de Medicina, para un encuentro con estudiantes, con la intención de demostrar que las heridas de Tlatelolco y San Cosme estaban cerradas. No fue así. Le gritaron, lo insultaron y le lanzaron una moneda a la cabeza. LEA enfurece, manotea y grita en el auditorio Salvador Allende, y dice que los jóvenes furiosos son “manipulados por la CIA”. Al escribir una crónica sobre el incidente, Jova el 15 de marzo, dice: “No sabemos si el presidente fue mal aconsejado o prefirió desoír consejos de no ir al campus (…), el hecho es que persiste un clima adverso entre el estudiantado… Creemos que el presidente se puso en un gran riesgo, dado el radicalismo del movimiento estudiantil”. Agrega el embajador: “Asociar a estos opositores con la CIA es una acción de reflejo del gobierno, que igual suele culpar a la izquierda que a la derecha”. (La Jornada, política, p. 20, 12 de Abril, 2013).

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