lunes, 6 de diciembre de 2010

Los huracanes ponen en riesgo a 800 mil km2 del país

Nacional
No se han desarrollado programas de alerta temprana ni sistemas de monitoreo
Los huracanes ponen en riesgo a 800 mil km2 del país
Por: Carlos Damián 04 de Diciembre, 2010
La sequía SG: la cifra de 24 mil millones;
México. – Se trata de un territorio mexicano en riesgo de 800 mil kilómetros cuadrados que por su misma situación geográfica enfrenta riesgos por ciclones. Tan sólo el paso de Karl por Veracruz ocasionó daños a selvas y manglares que podrían tardarse una década en restaurarse, dijo Emilio Flores, director adjunto de la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Los bosques tropicales son más débiles que los de coníferas y el mayor problema es la restauración de los manglares, porque “es un ecosistema muy rico que requiere de varios años de un proceso natural del propio manglar para recuperarse”. Explicó Flores.


En el país existe un sistema de protección civil y mecanismos como el Fondo Nacional de Desastres Naturales para hacer frente a emergencias, “pero el conocimiento científico no ha logrado instalarse en dicho proceso de forma que se desarrollen programas o sistemas de monitoreo y alerta ante El Niño, las sequías, las inundaciones, aún sabiendo que un sistema de alerta temprana sobre huracanes constituye uno de los pilares del Sistema Nacional de protección civil”, señalan los expertos Víctor Magaña, Cuauhtémoc León y Lilián Guige, en el análisis “La adaptación al cambio climático: ¿de quién o para quién? Siete argumentos para un manual, incluido en el estudio México ante el cambio climático, editado por Greenpeace.


Consideran que se debe abandonar el paradigma naturalista del desastre, reduciendo la vulnerabilidad por medio de una mejor información climática. “El tema de la adaptación como esquema de reducción de vulnerabilidad de la sociedad a los cambios en el clima, requiere de un desarrollo de capacidades en diversos ámbitos entre otros el científico y técnico”. También señalan que la adaptación al cambio climático requiere un nuevo tipo de diálogo entre científicos y tomadores de decisiones, y que implica “el desarrollo de nuevas instituciones y relaciones entre academia y gobierno, entre academia y sociedad”.


Desastres naturales
El 19 de septiembre se conmemoran 25 años de los sismos que sacudieron al centro del país y que causaron una gran devastación humana y material en la ciudad de México. Además de la corrupción de autoridades que se hicieron de la vista gorda ante flagrantes violaciones a los reglamentos de construcción e industrias textiles que sobrexplotaban y maltrataban a sus obreras, por no hablar de los cadáveres encajuelados que fueron encontrados, de manera fortuita, en la sede de la procuraduría capitalina. Ante la parálisis oficial, la población capitalina se volcó a las calles y se organizó en forma espontánea para rescatar a los sobrevivientes, asistir a los lesionados y damnificados y enterrar a los muertos; esa reacción cívica prefiguró una transformación política perdurable en el Distrito Federal.

Desde esta perspectiva, hablar de “desastres naturales” es recurrir a un eufemismo para encubrir ineptitudes, imprevisiones, actos de corrupción e historias de ambición y lucro desmedidos e irresponsables, y para presentar las consecuencias como inevitables. Pero no lo son: los desastres son causados, más bien, por un orden social que coloca a los habitantes más pobres encima de fallas geológicas y de terrenos minados, en las inmediaciones de corrientes naturales, en las faldas de los cerros o en la ruta de ciclones, y que permite edificaciones incapaces de resistir los embates de los fenómenos atmosféricos y movimientos geológicos usuales del planeta azul.

El temblor de 1985
Hace 25 años, el 19 de septiembre de 1985. Un fuerte temblor sacudió la capital de país, pero también al sur de Jalisco. Ciudad Guzmán se convirtió en un escenario de la tragedia y la destrucción, muchas personas perdieron sus casas y bienes; y creyeron que serían víctimas del caos y la pobreza. Cuando un temblor o una inundación suceden en un sitio donde la pobreza es el común denominador y la desigualdad es una característica estructural de una comunidad, es allí donde un fenómeno natural, desnuda y muestra las carencias que tenían desde antes del evento destructivo. Si no se atacan las raíces del problema, la población está en riesgo inminente.


El origen del problema no son los eventos naturales destructivos en sí mismos, son las condiciones sociales de precariedad las que aumentan exponencialmente la vulnerabilidad de una población. No sólo tratemos de reconstruir lo que se destruyó, sino tengamos en claro que debemos trabajar para erradicar la pobreza y la exclusión de la sociedad. El desastre que más daño hace a una sociedad es el desastre social, no el natural, y añadamos la corrupción, la impunidad y la voracidad del capital se convierten en catalizadores de los desastres naturales al propiciar mayores riesgos a la sociedad, v. gr., la acumulación de agua en presas que luego no son debidamente manejadas por actos de corrupción en la CFE, o la construcción de viviendas en áreas de peligro latente: como en barrancas y en orillas de ríos y arroyos.


Mientras los mexicanos aprendamos de nuestros desastres naturales y reflexionemos sobre los eventos pasados, construyamos alternativas de futuro para todos los habitantes de México. Dejemos de entretenernos en banalidades como el evento de belleza mundial y dediquemos nuestro esfuerzo e inteligencia al proceso de reconstrucción que sin duda nos puede ayudar mucho para la construcción de un México más justo. (La Jornada, Sociedad y Justicia, p.p. 18- 42, 14 de Octubre, 2010)

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