martes, 27 de agosto de 2013

Los fundamentos de Morena (1/3)

Nacional En las elecciones (2012), fueron consideradas básicas para la democracia Los fundamentos de Morena (1/3) Por: Carlos Damián 13 de Agosto, 2013 AMLO es el barco insignia de Morena México. - La decadencia que padecemos se ha producido por la falta de oportunidades de empleo, estudio y otros satisfactores como por la pérdida de valores culturales, morales y espirituales. Por eso nuestra propuesta para lograr el renacimiento de México tiene el propósito de hacer realidad el progreso con justicia, y al mismo tiempo, auspiciar una manera de vivir, sustentada en el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y a la patria. Es sabido que los seres humanos necesitan bienestar. Es prácticamente aceptado por todos que nadie puede ser feliz sin tener trabajo, alimentación o cualquier otra necesidad, material o biológica. Un hombre piensa en cómo sobrevivir antes de ocuparse de tareas políticas, científicas, artísticas o espirituales. Pero también es incuestionable que el sentido de la vida no se reduce sólo a la obtención de lo material, a lo que poseemos o acumulamos. Una persona sin apego a una doctrina o a un código de valores, no necesariamente logra la felicidad. Inclusive, en algunos casos, el triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole, conduce a una vida vacía y deshumanizada. De ahí que deberá buscarse siempre el equilibrio entre lo material y lo espiritual: procurar que a nadie le falte lo indispensable para la sobrevivencia y cultivar nuestros mejores sentimientos de bondad. Cuando hablamos de una república amorosa con dimensión social y grandeza espiritual, estamos proponiendo regenerar la vida pública de México mediante una nueva forma de hacer política, aplicando en prudente armonía tres ideas rectoras: la honestidad y justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la tranquilidad y la paz pública; y el amor para promover el bien y lograr la felicidad. El sistema neoliberal proyecta vender nuestro futuro energético LA HONESTIDAD es la mayor riqueza de las naciones, y en nuestro país, este valor se ha venido degradando cada vez más. Aunque esto atañe a todos los sectores sociales, es sin duda, la deshonestidad de los gobernantes y de las elites del poder, lo que más ha deteriorado la vida pública de México, tanto por el mal ejemplo como, por la apropiación de bienes y riquezas de la colectividad, inclusive puede afirmarse que la inmoralidad es la causa principal de la desigualdad y de la actual tragedia nacional. Dicho en otras palabras; nada ha deteriorado más a México que la corrupción política. No obstante, siendo éste el principal problema del país, y aunque resulte increíble es un tema que no aparece en la agenda nacional. Se habla de reformas estructurales de todo tipo, pero este grave asunto no se considera prioritario. Es más, no es tema en el discurso político, por el contrario, en la actualidad se ha extendido la especie del regreso del PRI, con la creencia de que ellos “roban pero dejan robar”, y en el contexto de la máxima, según la cual, “quien no transa no avanza”. Aunque se vive en el llamado mundo de la globalidad, tampoco se piensa en importar ejemplos de países y gobiernos que han tenido éxito en hacer de la honestidad el principio rector de su vida pública. En la información más reciente sobre índices de la percepción de la corrupción en 182 países del mundo, mientras Nueva Zelanda, Dinamarca, Finlandia y Suecia ocupan los primeros lugares en honestidad, México ocupa el lugar 100. Cómo es obvio, ellos tienen mejores niveles de bienestar. Pero lo paradójico y absurdo es que en la sociedad tendríamos que importarlo. Es decir, si hubiese voluntad, para aprovechar las bondades de la honestidad, solo sería cosa de exaltarla, de cultivarla entre todos y hacerla voluntad colectiva. En los pueblos del México profundo se conserva aún la herencia de la gran civilización mesoamericana y existe una importante reserva de valores para regenerar la vida pública. Me consta que hay comunidades donde las trojes que se usan para guardar el maíz están en el campo, en los “trabajaderos”, lejos del caserío y nadie piensa en apropiarse del trabajo ajeno. En muchos lugares, hasta hace poco, no se tenían noción del robo. México no se ha proyectado hacia el futuro Aquí cuento que recientemente un joven compañero de Morena olvidó su cartera en el revistero de un avión comercial días después recibió la llamada de un campesino migrante desde un lugar de California (USA), para informarle que él había encontrado su cartera con sus datos y dinero. El campesino migrante, originario de una comunidad de Veracruz, le preguntó sobre cuánto llevaba en la cartera y una vez aclarado el asunto se la envió a su domicilio. Mi joven compañero el preguntó al migrante, que apenas hablaba bien español, ¿por qué lo hacía? Le contestó que sus padres le habían enseñado a “hacer bien sin mirar a quién”, y que si actuaba así tendría en la vida una recompensa mayor. Por ello digo que la honestidad es una virtud que aún poseemos y sólo es cosa de revalorarla, de darle su lugar, de ponerla en el centro del debate público y de aplicarla como principio básico para la regeneración nacional. Elevar la honestidad a rango supremo nos traería muchos beneficios. Los gobernantes contarían con autoridad moral para exigir a todos un recto proceder, nadie tendría privilegios. Se podría aplicar un plan de austeridad republicana para reducir los sueldos elevadísimos de los altos funcionarios públicos y eliminar los gastos superfluos. Asimismo, con este imperativo ético por delante se recuperarían recursos que hoy se van por el caño de la corrupción y se destinarían al desarrollo y al bienestar del pueblo. LA JUSTICIA. Todavía es vigente la frase bíblica de (Francisco I.) Madero de que el pueblo de México “tiene hambre de y sed de justicia”. Es la demanda incumplida, pendiente, a pesar de la Revolución y de toda la retórica de los gobiernos posteriores. Tampoco aparece en la agenda de la llamada clase política. No obstante, es la sombra que nos persigue, que nos impide estar bien con nuestras conciencias y ser más humanos. LA POBREZA EN MÉXICO es una amarga realidad, entristece, parte el alma y se encuentra por todos lados. Está presente en los estados del norte, donde antes no había tanta. Es notoria en las colonias populares de grandes concentraciones urbanas y de las ciudades fronterizas: en el campo de Zacatecas, Nayarit y Durango; predomina en el centro, en el sur y en el sureste del país, sobre todo en comunidades indígenas. En todas partes la gente no tiene oportunidades de empleo y se ve obligada a emigrar de sus comunidades, abandonando a sus familias, costumbres y tradiciones. La producción de autoconsumo, los programas de apoyo gubernamental y la ayuda que reciben quienes tienen familiares en el extranjero, no alcanza más para sobrevivir. No hay para el pasaje, la medicina para pagar el pasaje, la medicina, para pagar el gas, el recibo de la luz, ni mucho menos para comer bien. En México la falta de justicia debe avergonzarnos más porque no existe ninguna razón natural o geográfica que la justifique. Nuestro país, ha pesar de que lo han saqueado por siglos, todavía es de los que poseen más recursos naturales en el mundo. En todo su territorio hay riquezas: en el norte, minas de oro, plata y cobre: en el sur, agua, gas, petróleo, y en todos lados, el pueblo cuenta con cultura, vocación de trabajo y con una inmensa bondad. De modo que la pobreza no puede atribuirse a la falta de recursos, a la fatalidad, al destino o a la supuesta holganza e indolencia de los mexicanos. Como hemos dicho, se debe a la corrupción imperante y a la economía de élite (oligarquía), que sólo beneficia a una pequeña minoría (1%). Lo más lamentable es que, aun con el sufrimiento que implica esta economía (neoliberal), se insiste en perpetuarla a cualquier costo. Hay una estrategia deliberada para ocultar hasta lo evidente. No se difunden las cifras oficiales que demuestran cómo la llamada política neoliberal nos llevó a la ruina y a un mayor deterioro de la convivencia social. No se dice que en los pasados 15 años, sólo se ha generado anualmente 500 mil empleos formales en promedio, cuando se requieren un millón 200 mil. (La Jornada, política, p.p. 8-9, 6 de Diciembre, 2011).

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