viernes, 31 de marzo de 2023

El latino

Nacional

Evolución de la izquierda en México

El latino

Por: Carlos Damián                                                   31 de marzo, 2023

México.  -    En días pasado el presidente López Obrador, se ha mencionado un texto firmado por uno de los voceros de Enrique Krauze en el que: “sin miedo al repudio expresa que los mexicanos no somos ladrones, violentos, alcohólicos, corruptos entre otras muchas de una retahíla de calificativos, agravios e insultos”.  La sola idea de que exista un mexicano independiente de lo que son los mexicanos, es una invención del partido único por muchos años del PRI. Que los mexicanos somos de una forma siempre horrible, fue uno de los mecanismos del partido en el poder por muchos años, del PRI partido único. Llamando a este sistema político y socio económico, la dominación priista.  La forma en que el PRI quería que fuésemos, tenía tres características básicas y fundamentales: La derrota; la sumisión, y lo imperturbable. 

La cultura del régimen de partido único necesitaba fomentarlo como simbología, y mecanismo de control, agacharse, permitir los abusos, y apreciar el sistema inamovible a cualquier cambio, porque más vale malo por conocido que bueno por conocer. Que había una manera de conocer mexicano, que precedía a los mexicanos aludidos, esto es una invención que data de los años 50 del siglo XX, cuando “el perfil del hombre y la cultura en México”, de Samuel Ramos llegó a su tercera edición. Y cuando apareció también “el laberinto de la Soledad” de Octavio Paz, en el primer libro mencionado se aseguraba que los mexicanos teníamos un complejo de inferioridad, y en el segundo libro que ya llevábamos en la sonrisa una mascara indescifrable. Es en los años 50 también, que los medios empiezan a usar el término malinchismo, para condenar las ideas extranjerizantes, que en el caso mexicano son sobretodo el marxismo, y el existencialismo.

Ideas ajenas a la revolución mexicana, importadas, no priistas.  Aquí, en este escrito vamos a desarrollar esa ideología de la dominación que llamamos, lo mexicano. La derrota fue llevada por el sistema priista - pedagógico a un grado de mito fundacional, la caída de la cultura indígena, de los aztecas contra los españoles de la península ibérica. El mestizo resultante contenía en sí mismo un fracaso de dimensiones civilizatorias y una aspiración nunca cumplida de ser un triunfador blanco y hablar ingles o francés, es decir ser moderno. Tenía que negar su pasado para entrar a la historia de occidente no importaba si era la izquierda o la selección nacional, de futbol soccer.   La derrota siempre era previsible. La cultura priista controlaba a sus sujetos con la idea de que no valía la pena resistirse, porque no tendría un resultado distinto a resignarse.  Es mas resistirse era peor, que resignarse porque implicaba revoluciones, conflictos armados, cárcel hambre y muerte.  De ahí la idea de que no podíamos construir algo digno, de que todo era al aventón, sin idea, sin profesionalismo, condenado a ser una red de agujeros, si algo resultaba bien era por chiripa, al azar, como el borras, es decir por casualidad.

La idea del priismo

La idea priista del mexicano se regodeaba en las derrotas, pero jamás en las victorias o en el buen éxito. No había triunfo en la proclama del cura Hidalgo, partícipe de la independencia nacional, en las batallas de Morelos, y de Guerrero.  Sino la turbia y ya extenuada negociación de Iturbide.  Se escondió la superioridad de la Republica de Benito Juárez, sobre la invasión francesa del 5 de mayo, sobre Napoleón III, y también se escondió el éxito de la Revolución Mexicana como un éxito de las mayorías populares, contra el porfirismo. El golpe de estado de Victoriano Huerta, y la victoria sobre los cristeros, rama religiosa derechista agresora, que se incendió en el occidente de la República; que le hizo la guerra a los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana.  Y se machaco una y otra vez la perdida del territorio nacional a manos de los gringos con el 62 por ciento, en la guerra de territorio de 1842 al 48. Así, éramos puras derrotas y ninguna victoria.  El partido único el PRI, se presentaba como el garante para que estas derrotas no volvieran a suceder estas atrocidades a nivel histórico. 

A cambio se le entregaba el triunfo claro e inobjetable en cada una y todas las elecciones.  El aguante se convirtió a su vez en un orgullo individual, para la cultura priista, el picante, el alcohol, el ruidero, ya que no solo eran sabrosos en sí mismos, sino que se moralizaron como símbolos de valentía del mexicano.  Esta era una valentía personal que se exigía para pertenecer. Pero recordemos que la cultura priista nunca exaltó, como valentía la defensa de los derechos humanos, civiles, sociales y políticos. O los derechos humanos del débil, porque eso no convenia al régimen de partido único, si las mujeres sufrían en silencio y los hombres apretaban los dientes frente a la injusticia humana, ya sea el abuso y el atropello. Demostraban su pertenencia a lo que se entendió durante un lustro,  como ser mexicanos. 14.42

El minotauro salvaje

Al no poder oponerse el mexicano vivía como un minotauro salvaje, solitario, melancólico, siempre en laberintos o en jaulas, sostenido tan solo por su obcecación de existir, cuando lo que decretaba la historia es que se diluyera en referentes imaginarios, siempre superiores y positivos, que la élite sigue manteniendo de los europeos y gringos.  Octavio Paz sentenció al mexicano en el laberinto, el mexicano está siempre lejos, lejos del mundo y los demás, lejos también de sí mismo. Tanta lejanía era para Paz, un atributo esencial, histórico, a priori, y no la dominación de una élite burocrática priísta que mantenía aplastado y alejado al pueblo de las decisiones y de toda participación política opositora. Lo imperturbable del mexicano fue una lectura política de la despolitización de las masas, había que tener cuidado, de que no estallara otra revolución, o de que los gringos nos volvieran a invadir o hacer la guerra por mas tierra. El sistema simbólico se basaba en la historia de las derrotas y se convirtió en un mito de control. Se extendió a casi cualquier expresión del mexicano, en la esfera pública, y se decía que el que se mueve no sale en la foto, el que se enoja pierde, y se aplicaba a cualquiera que trataba de quejarse, y ya no se diga indignarse.

La paz social era la inmovilidad para no resultar perjudicado y meterse en política fue la prudencia de los de antemano asustados. Se sacaron conclusiones mexicanas de la inmutabilidad de las ruinas arqueológicas, las cabezas olmecas, las máscaras de una estética se concluyó una ética. La apatía, la inmovilidad, hizo de la contundencia de la Coatlicue, su alegría de vivir. La derrota, el aguante y lo imperturbable, del mexicano asaron casi intactos desde los años 50 al fraude electoral de Carlos Salinas de Gortari.

Los dos grupos dominantes de la cultura oficialista, y están las revistas nexos y vuelta en aquellos tiempos. Volvieron al tema bajo el manto sagrado de la modernización, aunque ninguno de los dos grupos  reconoció el fraude electoral a Cuauhtémoc Cárdenas (PRD),  sino que se limitaron a decir que si bien el frente de la izquierda había tenido más votos en algunos municipios, no se podía decir que Salinas  (PRI) había perdido.

El fraude electoral de 1988

Del entonces líder de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas dijeron que pertenecía al México agrario, premoderno, atávico, y cerrado.  Salinas por contraste era representante cosmopolita para ellos, moderno y abierto.  La modernización abriría a México al mundo tanto en palabras de Octavio Paz, como de Héctor Aguilar Camín.  Este último escritor orgánico mencionado había depositado sus esperanzas modernizadoras desde que llegó al poder la tecnocracia de Miguel de la Madrid Hurtado, así lo escribió en Nexos en 1982. “Con Miguel de la Madrid Hurtado, escribió Camín, llegará a la presidencia un candidato por completo ajeno a la llamada clase política mexicana. Esa colección del priismo institucional y clientelismo personalizado, desdén por la técnica, y consagración por la experiencia, nula teoría y pura realidad”. Hasta ahí la cita de Camín.

Tanto Octavio Paz como Aguilar Camín apoyaron al priismo institucional,  al régimen neoliberal que vieron como una horda civilizatoria desde arriba hacia abajo. Desde la elite experta hacia el pueblo que seguían pensando como primitivo, insondable, y lejano. En realidad, este último escritor orgánico mencionado llegó a preguntar se si México necesitaba una dictadura como Chile con Pinochet, para llevar a cabo la modernización, es decir las privatizaciones a costo de cochera en remate, de bienes e instituciones públicas. Él veía a los modernizadores como los legionarios de Julio César,  civilizando las Galias. La razón según esta idea neoliberal, bajaba desde la presidencia de Salinas de Gortari hacia las masas incultas de mexicanos, que no sabían decidir sobre su destino.  En 1992, encargado para redactar los libros de texto gratuito de la SEP, a las escuelas públicas. Aguilar Camín no se amilanó para eliminar a los niños héroes de la historia mexicana en la defensa del castillo de Chapultepec contra los gringos en la guerra injusta por tierras mexicanas.

El pípila

O mencionar al pípila en la toma de la alhóndiga de granaditas, en Guanajuato, en la lucha de independencia contra el imperio español.  Es mas incluyó al propio Salinas de Gortari, como un héroe salvador de la historia menciana. Además, puso en los libros de texto, del quinto año de primaria básica, lo siguiente: “El gobierno de Salinas, mostró energía, y un rumbo claro a seguir. La inflación bajo de 140 por ciento, en 1987 a 20 por ciento en 1989. Terminó de abrirse la economía nacional al mundo exterior. Se tomó la iniciativa de formar un gran bloque económico de América del Norte, formado por Canadá, EE.UU. y México comparado al gran bloque de la Unión Económica Europea. Esa apertura económica representa un cambio fundamental, en el México del siglo XX.  Se abandonó el modelo de crecimiento hacia adentro protegido por altas barreras aduanales que fomentaban el contrabando y la ineficiencia. Se logró renegociar la deuda externa, para disminuirla y se amplió el gasto del gobierno destinado a cuestiones sociales mediante el programa nacional de Solidaridad”.

Así lo escribió en estos libros del Salinismo, de quinto grado de primaria, Aguilar Camín. Del Salinismo que, por primera vez, eran editados no por el estado, sino por editoriales privadas de España, llámese Santillana.  A instancias del secretario de educación de entonces, Ernesto Zedillo Ponce de León. Todo lo positivo era lo que se decía en las alturas de las élites, que no usaban según ellos la política para modificar al rostro del país, sino que supuestamente usaban puras técnicas. En esta concepción no había pueblo, porque tampoco había política sino puras soluciones racionales, matemáticas,  y técnicas legales.  Tanto  Octavio Paz como Aguilar Camín, despreciaron todo cambio que no fuera gradual, es decir ver como conquistas que las cosas siguieran iguales. Al final los dos lideres morales, de la intelectualidad mexicana acabaron diciendo que lo mexicano, es decir todo lo que ellos veían como atávico, y primitivo era lo que les olía a pueblo, y por extensión lo que olía a izquierda popular.

Una vez más los mexicanos, la izquierda, el pueblo eran todo lo que resistía a las técnicas de la élite ilustrada neoliberal.  El pueblo era como los bárbaros de las Galias y Salinas de Gortari era Julio César, el salvador de México.  El repudio e indignación del mexicano, como violento, ladrón y alcohólico,  refuerza mi percepción de que  el viejo nacionalismo revolucionario  se ha resquebrajado  en la parte mas politizada de nuestra sociedad: los pobres.  Junto con la decadencia del partido único y su coletazo la alternancia política de la derecha radical, con el Partido Acción Nacional (PAN),  se abrieron las vías de la indignación, la política como moralidad. La inclusión de los excluidos del México profundo, en un país plebeyo.  Veo ya rasgos distintivos, del nuevo tipo de arraigo, que sustituye al nuevo país revolucionario, no esconder el pasado barrial, popular, ejidal, migrante o campesino.

Cajón de sastre

Denunciar el color de piel, como agente del sistema de castas, en que se solidificó la desigualdad, revelar el privilegio como efecto de la injusticia, poner en duda la superioridad de la blanquitud, como aspiración de ser aquello que se llamó primer mundo, o país desarrollado. Y cuya mitología abandono primero a quienes nunca obtuvieron ninguna de sus promesas. Los pobres, los migrantes, los morenos Estamos viendo a una asamblea, que crece desde abajo y desborda su nueva inclusión simbólica en un terreno múltiple de culturas que abarca, algo más que la extensión geográfica de México. No esta institucionalmente condicionada como lo pretendía el PRI, sino correlacionada en arraigo.  En el sentido de pertenencia a la república, a un espacio de participación política. Lo electoral no es ni la décima parte de lo que se palpa, en las calles sean mexicanas o estadounidenses. Es justo a lo que se refiere, la supuesta élite mexicana cuando dice que los de abajo están envalentonados y que ya no respetan las jerarquías superiores, que aseguran volverán a instaurarse, nada más López Obrador se vaya a su rancho en Tabasco a escribir.  Muy probablemente no será así, porque lo que se avizora tarda en formarse, tarda tanto como emanciparse.  Lo cierto es que existe un nuevo arraigo republicano, politizado, cívico y desde abajo. El nacionalismo revolucionario y del PRI que nos exigía el aguante para pertenecer a nuestro país se está derrumbando ante nuestros ojos, y sin duda frente a nuestras sonrisas. (Los escritos han sido recopilados en las red de internet, Guadalajara, Jalisco, a 31 de marzo, 2023).

“El Mexicano”, video comentario, Fabrizio Mejía, SinEmbargoalaire.com, 05.01.2023


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