lunes, 23 de enero de 2023

El Mejicano

 

Nacional

Visión de Octavio Paz

El Mejicano

Por: Carlos Damián                                         24 de enero, 2023

México. -    En días pasados el presidente Amlo, ha citado un texto firmado por uno de los voceros del pasado de Enrique Krauze, en el que sin miedo al repudio y expresa que los mexicanos somos, ladrones, violentos, alcohólicos, corruptos, entre otras muchas de una retahíla de agravios e insultos a los ciudadanos mexicanos. La sola idea de que exista un solo mexicano independiente de lo que son los mexicanos es una invención del PRI, el partido revolucionario institucional, único en la que los mexicanos somos de una sola forma horrible son uno de los mecanismos de la dominación priista. La forma en la que el PRI fuéramos tenía tres características fundamentales: la derrota, el aguante y lo imperturbable. La cultura del régimen de partido único necesitaba como simbología de formas de control, agacharse, permitir los abusos y apreciar la inestabilidad inamovible a cualquier cambio, porque más vale malo por conocido que bueno por conocer. Que había una manera de ser mexicano que precedía a los mexicanos aludidos, es una invención que data de los años cincuenta del siglo pasado cuando el perfil del hombre y la cultura en México de Samuel Ramos llegó a la tercera edición y terminó en la ruptura cuando tenemos el laberinto de la soledad de Octavio Paz.

En el primero se aseguraba que los mexicanos teníamos un complejo de inferioridad y en el segundo libro, se aseguraba que llevábamos en la sonrisa una máscara indescifrable. Es en los años 50 también que los medios comienzan a condenar el término malinchismo, cuando comienzan a usar las ideas extranjerizantes, que en el caso mexicano sobre todo el marxismo y el existencialismo, con ideas ajenas a la revolución importadas no priistas. Se trata de la ideología y de las ideas dominantes que llamamos lo mexicano. La derrota fue llevada por el priismo pedagógico, a un grado de mito fundacional, la caída de las indígenas aztecas contra los españoles. El mestizo resultante contenía en sí mismo un fracaso de dimensiones y una aspiración nunca cumplida de ser un triunfador blanco, sin hablar inglés o francés es decir ser moderno. Tenían que negar su pasado para entrar a la historia de occidente no importaba la oposición de izquierda, o de derecha. La selección mexicana de futbol pues la derrota era siempre previsible. La cultura priista controlaba a sus sujetos con la idea de que no valía la pena resistirse pues no tendrían un resultado distinto a resignarse, es mas resistir era peor que resignarse pues implicaba revoluciones, conflictos armados, cárcel, hambre y muerte.

De ahí la idea de que no podíamos construir algo digno de que todo era, condenado al aventón, falta de precisión, de profesionalismo, condenada a ser una red de agujeros y si algo resultaba bien era por chiripa, por azar, como el Borras es decir por casualidad.  La idea priista del mexicano se regodeaba en las derrotas, pero jamás en las victorias, no había triunfo en la proclama del cura Hidalgo, en las batallas de Morelos, de Guerrero sino en la turbia y ya extenuada negociación de Iturbide. Se escondió la superioridad de la república de Benito Juárez, sobre la invasión francesa de Napoleón tercero y también se escondió el éxito de la revolución mexicana contra el porfirismo y la derrota del golpe de estado del régimen de Victoriano Huerta y el triunfo sobre los cristeros. También se machacó la derrota de los mexicanos sobre la pérdida del territorio contra los gringos, y éramos puras derrotas, ninguna victoria. El partido único del PRI, se presentaba como el garante de que no volvería a suceder estas atrocidades a escala histórica.

A cambio se le entregaba el triunfo claro e inobjetable, en todas y cada una de las elecciones. El aguante, se convirtió a su vez en un orgullo individual, para la cultura priista, el picante, el alcohol, el escándalo, no solo eran sabrosos en sí mismos. Sino que se moralizaron como símbolos de valentía, era una valentía personal que se exigía para pertenecer. Pero la cultura priista nunca exaltó como valentía la defensa de los derechos humanos, civiles, sociales o políticos, o del débil porque eso no convenía al régimen de un solo partido dominante.  Si las mujeres sufrían en silencio, y los varones apretaban los dientes ante el abuso y el atropello, demostraban su pertenencia ante lo que se entendió durante medio siglo como ser mexicanos. Al no poder oponerse el mexicano, vivía como un minotauro solitario, melancólico, viviendo siempre en un laberinto, en jaulas, sostenido tan solo por su propia obcecación de existir, y cuando lo que decretaba la historia se diluyera en referentes imaginarios siempre superiores y positivos que la élite sigue teniendo de los europeos y estadounidenses.

Octavio Paz lo sentenció en el laberinto de la soledad, “el mexicano está siempre lejos, lejos del mundo y de los demás, lejos también de sí mismo”. Tanta lejanía era para Paz un atributo esencial, histórico a priori del mexicano, y no la dominación de una élite burocrática priista que mantenía aplastado y alejado al pueblo de las decisiones y de toda participación política opositora. Lo imperturbable del mexicano fue una lectura política de la despolitización, había que tener cuidado de que no estallara otra revolución o de que los gringos nos volvieran a invadir. El sistema simbólico se basaba en la historia de las derrotas y se volvió en un mito de control. Se extendió a casi cualquier expresión pública, el que se mueve no sale en la foto, el que se enoja pierde, que se aplicaba a cualquiera que tratara de quejarse, y no se diga indignarse. La paz social era la inmovilidad, para no resultar perjudicado, y meterse en política fue la prudencia de los de antemano asustados. Se sacaron conclusiones mexicanas de la inmutabilidad de las ruinas, las cabezas olmecas, las máscaras, de una estética se concluyó una ética, la apatía, y la inmovilidad hizo de la contundencia de la Coatlicue, su alegría de vivir.

La derrota, el aguante, y lo imperturbable de lo mexicano pasaron de los años cincuenta pasaron al fraude electoral de Carlos Salinas de Gortari, los dos grupos dominantes de la cultura oficialista, Nexos y Vuelta en aquella época volvieron al tema bajo el manto sagrado de la modernización. Ninguno de los dos grupos reconoció el fraude electoral, sino que se limitaron a decir que, si bien el frente de la izquierda había tenido más votos en algunos municipios, no se podía decir que Salinas había perdido en las elecciones presidenciales. El entonces líder de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas, dijeron que pertenecía al México agrario premoderno, atávico, cerrado. Por contraste era para ellos cosmopolita, moderno y abierto. La modernización abriría a México, al mundo tanto en palabras de Octavio Paz como en palabras de Aguilar Camín, aunque este último Camín había depositado sus esperanzas modernizadoras al llegar al poder la tecnocracia de Miguel de la Madrid, y así lo escribió en la revista Nexos en 1982. Con Miguel de la Madrid Hurtado escribió, “llegará a la presidencia un candidato por completo ajeno a la llamada clase política mexicana, esa colección del priísmo institucional y clientelismo personalizado desde la técnica y la consagración de la experiencia, fría y pura realidad”.

Tanto Octavio Paz como Aguilar Camín apoyaron al régimen neoliberal pues veían al régimen neoliberal como una orden civilizatoria desde arriba hacia abajo, desde la élite experta de ese pueblo que seguían pensando como primitivo, insondable y lejano.  Aguilar Camín llegó al extremo de preguntarse si México necesitaba una dictadura como la de Pinochet en Chile, para llevar a cabo la modernización de México.  Es decir, las privatizaciones de bienes e instituciones públicas, pues él veía a los modernizadores como los legionarios de Julio César civilizando las Galias, la razón según esta idea bajaba desde la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, hacia unas masas incultas que no sabían decidir sobre su destino. En 1992, encargado para redactar los textos públicos, Aguilar Camín, surgían los libros de texto para redactar el libro texto gratuito de las escuelas públicas. Aguilar Camín no se amilanó, para eliminar a los niños héroes de la historia de la defensa contra los EE.UU., o al pípila de la toma de la Alhóndiga de Granaditas contra el imperio español, es mas incluyó al propio Carlos Salinas como un salvador en la historia mexicana.

Puso en los libros de texto públicos del quinto año de primaria lo siguiente, y lo cito: “El gobierno de Salinas mostró, energía y rumbo claro a seguir, la inflación bajó de 140 por ciento en 1987 a 20 por ciento en 1989,  terminó de abrirse la economía nacional al mundo exterior, y se tomó la iniciativa de formar un gran bloque económico de América del norte formado por Canadá, EE.UU., y México comparable al gran bloque de la comunidad económica europea, y esa apertura económica representa un cambio fundamental en el México en el siglo XX. Se abandonó el modelo de crecimiento hacia adentro y se terminó de abrir el comercio exterior por altas barreras aduanales que fomentaban el contrabando e ineficiencia. Se logró renegociar la deuda externa para disminuirla y se destinó el gasto a cuestiones sociales mediante el programa nacional de solidaridad “, así lo escribió en los libros del salinismo, Camín en los libros de texto, que por primera vez fueron editados no por el estado sino por una editorial privada española, Santillana, permitido a instancias por el secretario de educación del entonces Ernesto Zedillo Ponce de León.

Todo lo positivo era lo que se decía en las alturas de las élites que no usaban según ellos la política para modificar el rostro del país, sino que supuestamente usaban puras técnicas. En esta concepción no había pueblo, porque no había política sino puras soluciones racionales, matemáticas, técnicas, legales, Tanto Paz como Camín, despreciaban todo cambio pues no tenían que el cambio no fuera gradual es decir que las conquistas siguieran siendo iguales. Al final los dos lideres morales de la intelectualidad mexicana acabaron diciendo que lo mexicano es decir todo lo que ellos veían como atávico y primitivo era lo que les olía a pueblo y por extensión lo que olía a izquierda popular. Una vez más los mexicanos, la izquierda, el pueblo es decir se tenía al pueblo que todo lo que resistía, con razones puramente técnicas, de la élite ilustrada neoliberal.

El pueblo eran como los bárbaros de las Galias y Salinas de Gortari era Julio César, el repudio y la indignación que ha causado en estos días la caricatura de lo mexicano como violento, ladrón, y alcohólico, refuerza mi percepción de que el viejo nacionalismo revolucionario se ha resquebrajado en la parte más politizada de nuestra sociedad: los pobres. Junto con la decadencia del partido único y su coletazo de la alternancia con el partido acción nacional, se abrieron las vías de la indignación, la política como moralidad, la inclusión de los excluidos en un país plebeyo. Veo ya nuevos rasgos distintivos del arraigo que sustituye al nacionalismo revolucionario, y no esconder el origen barrial, ejidal o migrante, denunciar el color de piel como agente del sistema de castas en que se solidificó la desigualdad, revelar el privilegio como efecto de la injusticia y poner en duda la superioridad de la blanquitud, como aspiración de ser aquello que se llamó superioridad, primer mundo, o país desarrollado y cuya mitología abandonó primero a quienes nunca obtuvieron ninguna de sus promesas.

Los pobres, los migrantes, los morenos y estamos viendo a una asamblea que crece desde abajo y desborda su nueva inclusión simbólica en un terreno múltiple de culturas que abarca algo más y que habla sobre la situación geográfica de México. No está institucionalmente condicionada como lo pretendía el PRI, sino correlacionada en arraigo en sentido de pertenencia a la república a un espacio de participación política. Lo electoral no es ni la décima parte que se palpa en las calles, sean mexicanas o gringas, es justo a lo que corresponde la elite mexicana cuando se refiere cuando los de abajo están envalentonados pues ya no respetan las jerarquías, y ellos aseguran que volverán a instaurarse nada más, cuando Amlo se vaya a su rancho a vivir. Sin embargo, probablemente no será así, porque se tardará en instaurarse el viejo régimen del prianato. Lo cierto es que existe un nuevo arraigo republicano, políticas, cívico y desde abajo. Pues el revolucionario del PRI, que nos exigía el aguante para pertenecer a nuestro país, pero se está derrumbando ante nuestros ojos y sin duda de frente a nuestras sonrisas.

Cajón de sastre

Es un deleite escucharle sobre la manera que los neoliberales nos narran la historia mexicana de abusos desenmascarando a los pillos que destruyeron y se apropiaron a las empresas paraestatales y bienes de nuestro México profundo. Por lo que genera esperanza de que haya escritores que refuten con un punto de vista neoliberal para esclarecer en los acontecimientos históricos como influyeron en la realidad.  En realidad, esta visión nos dice más que lo que siempre nos repiten una y otra vez, como los partidos del prianato nos han manejado a su antojo haciendo más ricos a los ricos. Y esperamos que, con esta descripción de abusos y secuestro y venta de las paraestatales, no regresen jamás estos saqueadores y agentes de venta porque políticos jamás fueron. Con esta crónica de historia esperemos que se desmoronen los paradigmas históricos que tienen los neoliberales en el pueblo mexicano muy arraigados. (Los escritos han sido recopilados de la red de internet, Guadalajara, Jalisco, México a 24 de enero, 2023).

"El Mexicano”, Videocolumna,  Fabrizio Mejía, Sin embargo 24 /01/2023

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