México. -  A
  unas horas de la imposición de sanciones financieras, energética y militares
  de Estados Unidos y la Unión Europea contra Rusia, el Kremlin anunció su
  decisión de vetar la importación de alimentos europeos y estadounidense
  –carne, lácteos, frutas, verduras y pescados entre otros-, y advirtió de
  ampliar las represalias a la prohibición de vuelos que atraviesen por su
  territorio  e introducir “medidas
  defensivas” en la industria automotriz, aeronáutica  de construcción de embarcaciones. Les guste
  o no, la determinación anterior es una medida recíproca y proporcional a la
  cruzada de aislamiento emprendida por Bruselas y Washington contra Moscú, al
  calor de las tensiones entre ambos bloques por la guerra civil en Ucrania,
  que se desató, recuerda que hubo una rebelión del Euromaidán, impulsada
  ciertamente por Occidente. Lo que se inició como un pulso de orden
  geopolítico contemporáneo se ha tornado en un asunto de consecuencias serias
  para las economías nacionales, que permite ponderar la existencia de un
  contrapeso real a Occidente, que es el de Rusia, y nos remite, de manera
  inevitable a los tiempos de la guerra fría, con Nikita Krushev enfilando sus
  misiles rusos en la Cuba de Fidel Castro, y 
  salvando de la catástrofe nuclear el presidente John F. Kennedy. 
  
Pero ahora se tiene un amago mutuo que no radica
  en la posibilidad de desatar un holocausto nuclear, sino de atizar una
  escalada de sanciones económicas con efectos potencialmente devastadores para
  las poblaciones respectivas, sobre todo las de menores ingresos. Más allá del
  fenómeno que describimos hay una serie de consecuencias porque pone en duda
  una de las perspectivas optimistas de los impulsores de la globalización: la
  profundización de la interdependencia económica entre las naciones del mundo
  terminaría por reducir los conflictos entre ellas, pues reforzaría las
  relacione de necesidad mutua. En cambio, la realidad es que la
  interdependencia económica se usará como un 
  factor de presión y de hostilidad por potencias como Estados Unidos,
  Rusia y China. A contrapelo de estos factores la situación referida genera
  polos globales, para los mercados emergentes de América Latina, Asia y África
  representa una gran ventana de oportunidad que nuestro país ha perdido en
  automático. En contraste con los hechos que pueden preocupar en esta
  situación y en la medida que uno de los efectos previsibles de las sanciones
  y vetos mencionados es la diversificación y la apertura de un mercado de
  enormes proporciones, como el ruso y el chino.  
  
La oportunidad perdida de México 
El presidente de Estados Unidos se aferra a la
  idea de congelar las relaciones económico-diplomáticas con Rusia, pero en su
  pataleo de pasadita también congela, en el estricto sentido de la palabra, a
  millones de hogares europeos que dependen en grado sumo del suministro de gas
  ruso. A Washington le sale más caro el caldo que las albóndigas, pues en las
  aventuras de imperio trasnochado se lleva entre las patas a sus aliados
  países europeo. De esta circunstancia se desprende si Obama y sus cómplices
  de la Unión Europea tienen con que “calentar” y “mover” a la población y a la
  industria europeas que tarde que temprano dejarán sin energéticos. Esto
  porque el 40 por ciento  del gas y
  cerca del 30 por ciento del petróleo que consumen las naciones integrantes de
  la Unión Europea son suministrados por Rusia, y sin mayores problemas
  Kremlin   tiene donde colocar su
  producción en el caso de que los “aliados” decidan pagar el elevado costo que
  les impone el capricho de la Casa Blanca. Si nos remitimos a las anteriores sanciones
  del Consenso de Washington, de mayo pasado.  
  
Rusia firmó un contrato de exportación de gas a
  China: 38 mil millones de metros cúbicos anuales, a lo largo de las próximas
  tres décadas, con un valor estimado de 400 mil millones de dólares. La empresa
  Gazprom ha comentado que no es su intención perder el mercado europeo, pero
  firmó con el gigante asiático adelantándose a los tiempos. Si nos
  documentamos en la historia yanqui, vemos que los “bloqueos” a los gobiernos
  que no se alinean a sus caprichos sólo dañan a los habitantes de las naciones
  “sancionadas”, pero si de “castigos” se trata 
  el primero en la lista debió ser el propio Estados Unidos por su larga
  cadena de agresiones, atentados, invasiones, bloqueos,  golpes de Estado y anexiones de territorios.
  Como por arte de magia aparecen imitadores europeos, con Alemania, Francia,
  Holanda, Inglaterra, Bélgica, Italia, y desde luego, España a la cabeza. En
  esta historia universal desde los tiempos soviéticos, Europa ha sido el mayor
  consumidor de gas ruso. Sino al remitirnos a los datos, tenemos que el 100
  por ciento del consumo interno de gas en naciones europea, como: Finlandia.
  Lituania, Estonia, Letonia, Bulgaria, y Eslovaquia depende del energético
  ruso. 
  
Otras naciones son muy dependientes del gas ruso,
  y en plena crisis de energía en el mundo ellos se van a sacrificar a los
  gringos. Tal vez lo que buscan es un ahorro de energía y sacrificar algunos
  ciudadanos ancianos y trabajadores pobres que no tienen el capital para
  enfrentar la escasez artificial, y además cerca del 50 por ciento perdería el
  suministro del gas para los hogares y su aparato industrial. Asimismo
  crecería un 20 por ciento del suministro que proviene de Argelia, ex colonia
  francesa que pago un alto precio por su independencia, y de libia que es un
  país arrasado por la Unión Europea y Estados Unidos para quedarse con el
  control de sus energéticos. Por lo que tendrían (UE) entonces que depender de
  la posibilidad de ser suministrados por los noruegos que realmente sólo
  cubren el 30 por ciento de la demanda, porque Estados Unidos es un importador
  neto de petróleo y gas. De ahí la importancia geoestratégica de Ucrania, por
  este territorio pasan cerca del 60 por ciento de los ductos como una telaraña
  conectada con Siberia, y estos tubos transportan el gas ruso al resto de
  Europa. Los Estados Unidos tampoco saldrían bien librados de esta situación,
  ya que alrededor del 75 por ciento de sus importaciones de Rusia corresponden
  a gas y petróleo, por un monto aproximado a los 120 mil millones de dólares
  anuales. Aunque la Casa Blanca ya cubrió su traspatio de alberca de oro
  negro, tras la aprobación de la “reforma” energética de México, con los
  torpes mexicanitos. 
  
En este contexto no es casual que Moscú y China
  hayan iniciado negociaciones con diplomáticos de países latinoamericanos con
  el fin de sustituir los alimentos de la Unión Europea y Estados Unidos, cuyas
  exportaciones a Rusia el año pasado ascendieron en ese rubro, de 15 mil 800 a
  un mil 300 millones de dólares, respectivamente. Debemos destacar la
  circunstancia que obliga a reflexionar sobre el papel de México en la
  globalización, en esta situación nuestro país debería beneficiarse al igual
  que otros países emergentes, si la economía del país contara con una
  estrategia de diversificación de mercados (que no tiene), como las que han
  adoptado otras naciones del hemisferio sur. Sin embargo la guerra económica
  entre Rusia y Occidente coincide en el tiempo con una doble sumisión de
  nuestro país a Estados Unidos: las política que se expresa  con la tibieza con que el gobierno mexicano
  suele reaccionar ante las autoridades del vecino del norte, y la económica,
  que se refleja en el hecho de que la inmensa mayoría de las exportaciones de
  nuestro país van a parar al mercado estadounidense. La oportunidad que se
  desprende de la crisis geopolítica actual encuentra a nuestro país en una
  posición de vulnerabilidad y dependencia, resultado de un empeño
  gubernamental en conducir la política y economía nacionales bajo los
  preceptos dictados desde Washington, como buen país esclavo. Finalmente por
  mera casualidad USA anuncia el “endurecimiento” de sanciones contra Rusia. Y
  Rusia no ha dicho ni pio sobre la masacre en la Franja de Gaza, pero el
  ministerio  resumió la situación así:
  “se trata de un intento primitivo de vengar el hecho de que los
  acontecimientos en Ucrania no se desarrollen según el guión de Washington”. (La
  Jornada, economía, p.p. 24- 29, 18 de Julio, 2014). 
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