Nacional
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No podemos hacer nada porque la autoridad está
coludida
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Entrega tus tierras: Crimen
organizado
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Por: Carlos Damián 18 de Agosto,
2014
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En Tamaulipas, “ahora hay más criminales”: Miguel
Osorio Chong
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México. -
“¡Estás desterrado!” “Si se te ocurre decir algo, morirán tú y tu
familia”, son las frases que el crimen organizado ha sembrado en múltiples
regiones del país. Las llevan consigo quienes han abandonado, rematado o
entregado las escrituras de sus parcelas, casa, huertos, maquinaria agrícola
o vehículos de trabajo para conservar su vida, la de sus hermanos, de sus
hijos, de sus primos, y de sus hermanos inclusive. Quienes deciden quedarse
deben pagar cuotas, que resultan descomunales por su nivel de ingreso, y a
callar. Los campesinos y pequeños
propietarios que se atrevieron a narrar sus sufrimientos, su historia lo
hicieron porque se les aseguró el anonimato y se les garantizó que sólo se
ubicará el nombre del municipio. Durante la plática no pudieron evitar que la
voz se les cortara, se les llenara los ojos de lágrimas y concluyeran: “es
terrible lo que pasa. No tenemos confianza en ninguna autoridad, porque hemos
comprobado que están coludidas con los malosos (criminales)”, como llaman los
habitantes de las zonas rurales a los integrantes del crimen organizado.
El testimonio de muerte en Ciudad Cuauhtémoc,
Chihuahua
“Por generaciones, la familia conservó el rancho
con una superficie de poco más de 60 hectáreas, sembró manzana, mejoró el
huerto y empezó a exportar el fruto, y se mantuvo el negocio. Pero los
problemas empezaron cuando los malosos
empezaron a pedir parte de las cosechas y después cuotas. Llegaron las
amenazas de muerte, los golpes: un día entraron al rancho y mataron a dos
trabajadores”. El Coque giró la cabeza, y como si a través del ventanal del
hotel capitalino volviera a mirar el rancho familiar, continuó: “decidimos
rematar la propiedad. Algunos de mis hermanos con sus esposas e hijos se
fueron a Estados Unidos, y nosotros, con lo que pudimos rescatar nos fuimos a
Quintana Roo para rehacer nuestra vida como agricultores. Otros familiares
siguen abandonando sus parcelas, salen poco a poco, para evitar ser asesinados”.
En otro relato de despojo, vemos a Chabela en el
pueblo mágico de Mier que es una villa colonial fundada en el siglo XVIII,
como ejemplo de la migración interna de la población provocada por el miedo
sembrado por los narcotraficantes. Dice que esa localidad está prácticamente
abandonada. “La gente se fue a la
región sur del estado, pero allí también están presionando.” “La propiedad de
la familia está en el municipio de Soto La Marina. Mis padres, ejidatarios de
toda la vida, nunca dejaron de luchar para tener algo y no caer en la
miseria. En la parcela nunca tuvimos más de 60 animales. Hace algunos meses,
a plena luz del día, y esa gente malosa llegó armada, entró a la casa, nos
encañonó y sacó 40 animales con sus crías, además de llevarse el vehículo de
trabajo para el campo”. “Antes de irse nos amenazaron con desaparecernos si
denunciábamos o hablábamos con alguien del robo. Hace algunas semanas nos
volvieron a buscar y dijeron que querían más, pero qué les vamos a dar, si
nos quitaron todo”.
En Tamaulipas los criminales atacan
y roban
“Como nosotros hay mucha gente; hemos visto que
se llevan a niños de 12 años, jóvenes
de 15 y 18 años. A los campesinos les quitan dinero de sus proyectos
productivos, los obligan a venderles, (bueno es un decir ya que les entregan
sus tierra), o de plano los corren de sus tierras; por eso hay ejidos, como
Rayones y El Carmen, que están vacíos, (no tienen gente para trabajar la
tierra). “Los ejidatarios de El Carmen, con sábanas y colchas pusieron un
campamento cerca del retén militar que está en la carretera a San Fernando.
Son familias enteras a quienes les dijeron que estaban desterrados y si
regresaban los mataban. Lo mismo sucede en los municipios de San Carlos, San
Fernando y Aldama. En Tamaulipas ya no hay forma de vivir; hacemos de tripas
corazón y luchamos para amanecer y anochecer. Después de que fue el
secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong (13/5/14), a decir que
en el estado aplicará tres acciones de seguridad, hoy estamos más llenos de esta
gente. Fue como haber movido el avispero. Ya no podemos vivir en paz; no hay
como defendernos, porque no tenemos confianza en ninguna autoridad”.
En Tlahualillo, Durango, Pancho dice, “mi cabeza
tiene precio. Soy uno de los 45 ejidatarios del Móvano que sigue peleando
para que nos devuelvan las 18 mil hectáreas que están en el centro del bolsón
de Mapimí, en la zona del desierto. Hace más de tres lustros fuimos
desterrados por los narcos (Carteles), y despojados por las autoridades.
Ahora sólo quedamos 45 de los 235 ejidatarios. “Allí en el pleno del
desierto, pusieron potreros, excavaron para meter tubos de dos pulgadas para
el agua que sacarían de pozos profundos y abrieron caminos de más de 40
metros de ancho. Siguen aterrizando avionetas con droga, incluso han caído
cuatrimotores y la autoridad ni se entera. “Llevo 18 años huyendo, viviendo en cuevas, donde
tallo la lechuguilla, por la que me pagan tres pesos por kilo; también
aprovecho la candelilla y el orégano. Como ejidatario me dediqué a la extracción
de mármol, pero los narcos me
obligaron a darles la maquinaria. A mi familia la acabaron: mataron a mis
tres hijos, a cuatro hermanos y los primos que quedaban vivos. Tengo rabia y
coraje porque veo cómo la violencia se apodera de Durango, y las denuncias
las presentamos los ejidatarios son ignoradas por la autoridad (que deberían
poner en la cárcel a los asesinos). “Otros ejidatarios, como yo, también son
nómadas; nuestras áreas de seguridad son las cuevas. A veces comemos de lo
que logramos cazar; sé que es ilegal, pero no hay más para comer”.
En Coroneo, Guanajuato, Yayo tuvo que abandonar
casa y parcela, salir con su familia por las constantes extorsiones y
amenazas de muerte. “Soy minifundista, como la mayoría de los habitantes de
esa zona montañosa en la que se siembra maíz de temporal y algunas veces
frijol; algunos cuentan con dos o tres cabezas de ganado bovino y algunas
cabras. “A mi yerno le exigieron 500 mil pesos y después le bajaron (sus demandas) a 300 mil; el
dinero lo consiguió en cajas populares; mi familia quedó endeudada, y tiene
que dar mensualmente de 500 a mil a los malosos.
Yo estoy amenazado, no puedo regresar a mi tierra ni a mi casa; a los
familiares que siguen viviendo allá les preguntan dónde estoy, qué automóvil
tengo, qué cargo ostento”. “Al igual que yo, 10 familias también tuvieron que
dejar su lugar de origen y sus pocos bienes; otros han sido despojados de sus
ranchos, pero temen denunciarlo. Es terrible lo que vivimos”.
Por miedo callan en Coatlán del
Río, Morelos
A Ben, procedente de Estados Unidos, le gustó
Coatlán del Río, su zona boscosa y sus ríos, ya que colinda con Malinalco,
estado de México, y se atrevió a pagar dos millones de pesos por mil metros
cuadrados, parte de una zona de uso común. Construyó su casa para habitarla únicamente
durante sus visitas al país, pero no atendió las advertencias de algunos
lugareños de que no realizara la operación, porque “la zona está muy
caliente”. Hace algunas semanas llegó, una vez más, a su casa, con su
familia. Los delincuentes ingresaron a su domicilio, amagaron a sus
familiares, se llevaron muebles y dinero. Lo amenazaron de muerte si
denunciaba; decidieron abandonar la propiedad”. Le demandaban desde 10 mil a
40 mil pesos, cantidad a pagar mensual o semanal. Esto es lo que acontece en
el país; la gente no se atreve a denunciar porque desconfía de la autoridad,
aunque esté cansada de la inseguridad y de la violencia. El temor y terror
están acallando a los habitantes de las zonas rurales”, (La Jornada, Matilde
U.). (La Jornada, economía, p.p. 4- 7, 18 de Agosto, 2014).
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viernes, 19 de septiembre de 2014
Crimen organizado
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